El minitrekking al glaciar Perito Moreno ya se convirtió en un clásico y te invita a conocer esta famosa mole de hielo, con mucha emoción, aventura y poco riesgo.
Esperaba ansiosa el minibus que puntualmente pasó a las 8 de la mañana. Las condiciones climáticas eran óptimas: una mañana diáfana y cálida, ideal para encontrarme por primera vez con el glaciar Perito Moreno. Este glaciar tiene varios motivos para sustentar su fama: es el único de toda la cuenca glaciaria patagónica que no está en retroceso, sino que permanece en equilibrio. Esto significa que su masa de hielo mantiene una estable relación de acumulación y retroceso. Y para privilegio nuestro, es una de las pocas formaciones glaciarias en el mundo que se originan apenas a 1500 metros sobre el nivel del mar, y que desciende hasta los 200, lo que posibilita un acceso y observación envidiables.
Pero ahí no terminan las sorpresas de este emblema austral. La posibilidad de caminar por su gélida superficie, que abarca 250 kilómetros cuadrados, resulta una experiencia fascinante. Hacia allí nos dirigíamos. Salimos de El Calafate para recorrer los 80 kilómetros que nos separaban del glaciar por la ruta provincial Nº 11, en muy buenas condiciones y con un hermoso paisaje. Bordeando el río Mitre, nos desviamos por la ruta provincial Nº 15, todo el tramo consolidado, para volver a reencontrarnos con el lago Argentino, esta vez, hasta alcanzar la costa del brazo Rico. Curva, un recodo de camino más y ahí está. La llamada “curva de los suspiros”, la primera vista del glaciar. En esta oportunidad no hubo expresiones semejantes, sino un expectante silencio como si nos hubiese quitado el aire. Después de la parada obligatoria para sacar fotos, continuamos un poco más hasta que el conductor nos anunció que empezaríamos el trekking tempranito. El glaciar, que avanzó sobre la península de Magallanes, ha cerrado el paso que comunica el canal de los Témpanos con el brazo Rico del lago Argentino, ocasionando que éste aumentara su caudal a razón de cinco centímetros por día y dejando bajo agua el muelle del puerto Bajo de las Sombras. Allí nos esperaba la embarcación que nos acercaría a la costa sudoeste. Navegamos 20 minutos aproximadamente, con la mirada absorta en las caprichosas formas, repliegues y tonalidades de las paredes de hielo de 60 metros de altura sobre el nivel del lago.
El glaciar a nuestros pies
Arribamos al lateral sur del glaciar y descendimos por una improvisada escalera. Allí nos esperaban los guías de montaña de la agencia Hielo y Aventura, quienes nos dividieron en grupos de acuerdo al idioma, español o inglés. Después de una breve charla en el refugio para coordinar la excursión, iniciamos la caminata, primero por un bosquecito de lengas y ñires y luego por la orilla del lago hasta el borde del hielo. Nuestra guía, Paula, detiene la marcha en la pequeña playa para dar una completa explicación de las formaciones glaciarias y del glaciar Perito Moreno en particular. Finalmente, llegamos al sector donde nos colocan los grampones y recibimos precisas instrucciones para caminar sobre el hielo. Ahora, el glaciar está a nuestros pies. Emprendemos el camino, descubriendo y explorando esa increíble extensión blanca. Innumerables grietas, sumideros, pequeñas lagunas y bloques de hielo fragmentados llamados seracs, forman un espacio indómito y subyugante. Un poco más, y todo se transforma en los universos de Ray Bradbury. Blancos destellantes, azules profundos, cristales de luz. Pequeñas cascadas por debajo nuestro, hilos de agua pura que nos invitan a beber. Maravillados, continuamos, sin dar descanso a nuestras piernas y a nuestro asombro. En el punto más alto del recorrido, todos giramos sobre nuestros pasos para ver el camino. Parece increíble saber que, aunque parezca impasible, el Perito Moreno se desliza cada día un metro y medio en su centro y 40 centímetros en sus costados, cambiando su fisonomía día a día, y obligando a los guías a modificar su recorrido periódicamente. Este movimiento no implica avance, porque la pérdida de masa de hielo en el frente que se recupera con lo aportado por la cuenca de alimentación, hace que la relación se mantenga estable. Había pasado cerca de una hora y media, casi sin darnos cuenta y con poco esfuerzo. Atrás y adelante, el glaciar. Queríamos continuar, pero Paula nos indicó la vuelta. Me quedé con ganas de más. A mitad del regreso, una dulce sorpresa: bombones, whisky y hielo, picado ahí nomás para brindar por nuestra pequeña travesía glaciar... ¡y por el Perito Moreno!
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