La leyenda
Hace mucho tiempo, entre los mapuches, hubo un cacique llamado Copahue. Cuentan que hizo muchas guerras, pero que su batalla más terrible la libró solo y por amor.
Un día oyó contar que Pirepillán, el hada de la nieve, estaba presa en la cumbre del volcán Domuyo, que un tigre feroz y un monstruoso cóndor de dos cabezas no dejaban que nadie se le acercara. Con todo el entusiasmo
Copahue se despidió de sus hombres al pie del Domuyo y comenzó a subir solo. Ya cerca de la cumbre vió el soñado resplandor de Pirepillán brotando de una grieta, pero un puma colorado, enorme y furioso, se le abalanzó. Copahue de un golpe tremendo de su lanza mandó al animal montaña abajo.
-Por fin llegaste, Copahue- dijo Pirepillán tendiéndole la mano. Copahue le retuvo y se agachó para abrazarla, pero un cóndor arremetió contra ellos. Copahue levantó su cuchillo y cercenó las cabezas del pájaro, que cayó muerto a sus pies.
Copahue condujo a Pirepillán con su gente y vivieron muchos años juntos. Pero su pueblo nunca aceptó a la extranjera, la hija de la montaña, la que había alejado al cacique de los suyos, la que lo había devuelto sin deseos de gloria, sin ánimos de guerra. Cuando los de Chillimapu los derrotaron y mataron a Copahue en una batalla, el odio contra Pirepillán se desató.
Una noche la fueron a buscar hasta su toldo y se la llevaron a los empujones hasta el extremo del valle. Condenada a morir, Pirepillán llamó con todas sus fuerzas al que una vez la había salvado:
- ¡Copaaaahueeeeee!
El grito enfureció todavía más a los mapuches, que se apuraron a derribarla e hicieron brotar la sangre transparente del hada de la nieve. Y en el lugar de su muerte, al pie de la montaña, siguió corriendo para siempre su cuerpo deshecho convertido en agua sanadora.
De "Leyendas de la Patagonia", J. Saltzmann.