La salida en una lancha de excursión es un clásico de la estadía en este lugar paradisíaco, ya sea para pasear o para dedicar un día a la pesca.
La presencia del mar con su inmensidad, con su vaivén de mareas y los vientos que predominan en Raúl Marín Balmaceda, hizo que nos supeditáramos a su particularidad. Todos los habitantes están acostumbrados a realizar sus actividades de acuerdo con las condiciones del tiempo. Si hay buena navegabilidad, salen. Si no la hay, esperan. Sencillo y a la vez inteligente.
Llegamos al
lodge de pesca y en seguida nos sentimos como en casa. En una de sus confortables cabañas, ubicamos nuestro equipaje y ya estábamos listos para alguna salida de las muchas que se pueden realizar desde aquí. Por fuera, cada cabaña parece una más de las tantas casitas de la zona con un agradable parque exterior. Por dentro, el confort de los mejores hoteles y la calidez de sentirse como en casa.
Haciéndonos a la mar
Excelente idea iniciarnos con una excursión por el mar en una de las tantas embarcaciones que permiten navegar por él. Como era de esperarse, había algo de viento y hubo que llevar abrigo para la ocasión. Dejamos atrás el muelle de pescadores, pasamos por la rampa del trasbordador y nos internamos en los distintos rincones por donde la lancha se sentía a gusto. Un poco debajo del toldo de la embarcación y otro poco asomando la nariz, una a una fueron apareciendo frente a nuestra vista otras pequeñas islas y canales.
En el primer contacto con el mar, pudimos llegar hasta la isla del faro, habitada por pelícanos. Al acercarnos, cientos de ellos remontaron vuelo nublando el cielo con sus amplias alas y mostrando cierta timidez ante nuestra presencia. La fuerza del viento y el oleaje no nos permitieron avanzar pero pudimos ubicar la isla de los lobos marinos, a la cual es posible llegar cuando las condiciones son favorables. No obstante, nuestra excursión continuó hacia otros rincones. Son infinitas las posibilidades. Avanzamos sobre zonas de grandes rocas en las que Hugo, nuestro experto conductor, fue eligiendo el lugar para pasar sin que la quilla tocara el fondo. El color del agua va cambiando de acuerdo con la luz y el viento, y en el tiempo que estuvimos nos mostró sus distintas caras. En muchas playas, el mar depositó ramas y troncos, restos de su paso por las islas en tiempo de tormenta.
Mil rincones nos esperan
Hay otras posibilidades para navegar por sitios seguros conociendo rincones maravillosos: la isla de Los Leones y el fiordo Pitipalena y el avistaje de fauna marina. Y esas son apenas algunas de las sugerencias de la gente del lugar.
A la noche, cuando todo estuvo más sereno, contemplamos el mar desde dentro de una tina de agua caliente cómodamente sentados al lado de nuestra cabaña. Disfrutamos de ese rumor conocido de olas rompiendo suavemente sobre la playa. Luego compartimos la cena con los dueños de casa. Tuvimos una charla amena y fuimos conociendo más intimidades de este rincón patagónico de calidad y calidez inigualables. Así es este pueblo con mar: salvaje y agreste en algunos momentos. Encantador y generoso, siempre.