En Piedra del Águila es posible trepar a sus miradores, conocer su preciado río Limay, internarse en historias de fortines y arqueología del área o descansar en sus estancias.
Piedra del Águila es una de esas poblaciones que admiramos cuando tomamos la ruta hacia el oeste, pero el apuro nos hace seguir de largo. Cuando le dedicamos un rato, mientras estiramos las piernas para seguir hacia los centros turísticos de la cordillera, nos sorprenden algunas de sus historias y atractivos. Al arribar, lo primero que percibimos es que está bordeada por un cordón montañoso muy particular, sobrevolado por enormes aves como jotes o chimangos. Las formas redondeadas de los promontorios rocosos parecen dibujadas y alientan a descubrir figuras y rostros en su contorno. “No hace falta separarse demasiado de la ruta para tener una amplia vista panorámica del entorno. A solo 200 metros está el mirador desde el cual se ven las formaciones de piedras basálticas color rojizo de millones de años que los fuertes vientos de la zona se encargaron de moldear con extrañas formas. Bordean la villa y le dan identidad”, nos dijo un vecino. Dos monumentos marcan la idiosincrasia de Piedra del Águila: una escultura de un águila mora de grandes dimensiones hace honor a su nombre y se inauguró cuando el pueblo conmemoró sus 100 años de vida; el monumento al pescador refleja la importancia que se brinda al generoso río Limay que, en su curso medio, recibe anualmente miles de pescadores complacidos por la presencia de truchas marrones y arco iris.
Pero es en el museo municipal donde se reconoce la auténtica historia de este pequeño pueblo que contó con fortines y almacenes de ramos generales en tiempos en que se definía la soberanía nacional en la Patagonia. Los recuerdos de antiguos pobladores se muestran de una manera amena a través de fotografías y elementos de otras épocas. Un juego interactivo permite imaginar cómo trabajaron los arqueólogos para rescatar valiosos elementos hallados durante las excavaciones para la construcción de las represas de Alicurá y Piedra del Águila. Algo que vale la pena conocer es el balneario Kumelkayen, junto al hermoso río Limay, a solo 5 kilómetros del centro. Allí se desarrolla un interesante conjunto de actividades deportivas acuáticas como el esquí, remo y
windsurf, y de recreación ya sea en la costanera, el
camping o el playón donde se practican varias disciplinas. Una tupida arboleda complementa el lugar. La pesca deportiva es el mayor atractivo y todos los veranos miles de turistas y pobladores eligen ese entorno para despuntar el vicio con sus cañas de mosca. En las afueras, las estancias logran captar un público interesado en la vida apacible y en deportes como la caza mayor y menor. Luego de habernos internado en sus calles, cuando en el futuro volvamos a encontrarla en nuestra ruta hacia la montaña la recordaremos con cariño y podremos decir que tiene sus encantos.