Historia
De acuerdo al censo de 1991 Caleta Olivia cuenta con 28.000 habitantes, Su puerto natural fue uno de los puntos elegidos por la Marina Argentina para la descarga de materiales en la instalación del telégrafo desde Buenos Aires al Cabo Virgenes, el teniente de navío Exequiel Guttero, al mando del vapor de la Armada, "Guardia Nacional", descubrió el 20 de noviembre de 1901 una caleta apropiada para tal fin en la zona donde debía realizar la tarea, que bautizó Olivia.
En el detallado informe que brinda el marino a sus superiores, describe así el lugar elegido:
"El día 22 de Mayo dejaba el fondeadero conveniente ( se trata de punta Borja, la actual Comodoro Rivadavia ) y seguía viaje con rumbo a bahía Langara. Una vez en el centro de la bahía dí fondo a una milla de la costa en 12 brazas de agua fondo de arena y envié un bote a reconocer si la playa era abordable para trabajar en el desembarque de los materiales para el Telégrafo. Después de reconocer toda la bahía en la lancha a vapor y viendo la imposibilidad de atracar con ninguna clase de embarcación, debido al placer de piedra que bordea toda la playa; resolví zarpar y reconocer la costa hacia el lado de Fondo Beach para encontrar un desembarcadero. En esta operación me sorprendió mal tiempo el que me obligó a fondear en la costa y aguantarme sobre la máquina durante la noche que arreció. Al otro día al aclarar no pudiéndome mantener por más tiempo levé anclas y regresé a Punta Borja, comunicando a mi arribo con el Inspector del Telégrafo en construcción y a quién le impuse que en vista de la imposibilidad de desembarcar los materiales en Langara lo efectuaría en la parte de la costa más próxima a ésta que permitiera la operación".
"El día 26 de Mayo reconociendo la costa divisé un paraje abrigado entre dos restingas. Reconocido resultó una caleta pequeña, pero muy abrigada y profunda, la que permitió en muy buenas condiciones el desembarque de 800 palmas y 700 rollos de alambre".
"El día 28 de mayo terminada la descarga seguí viaje a Santa Cruz......"
Este emprendimiento se llevó a cabo impulsado por el General Roca y se construyó entre 1900 y 1905.
El 16 de noviembre de 1901 se inauguró la oficina Telefráfica en Caleta Olivia, la cual se instaló a 3 kms. del puerto, por no haber agua potable en él. Sus tres empleados: jefe Calixto A. Melzi, (quién ya había sido el primer jefe, por pocos meses, de Comodoro Rivadavia), guardahilos Arturo B. Guerra y auxiliar guardahilos Manuel Espinosa, fueron los primeros habitantes conocidos hasta ahora en la zona.
Además, considerando que la nueva oficina se encontraba por entonces aislada de población alguna y a muchos km de un centro de recursos para adquirir los elementos necesarios para satisfacer las necesidades de la vida de su personal, se les proveyó de diversos comestibles, que resulta interesante detallar, para conocer la austeridad gastronómica :
100 kgs. galleta, 70 kgs. arroz, 50 kgs. azúcar, 70 kgs. fideos, 70 kgs. yerba, 90 kgs. harina, 50 kgs. fariña, 50 kgs. porotos, 1 kg. pimentón, 15 kgs. tabaco surtido, 3.000 hojas papel de fumar y 2 docenas cajas de fósforos.
También se les entregó una majada de 200 ovejas ramboullet con 4 carneros, para el solo y exclusivo consumo de los empleados.
El edificio construído de chapa y madera, en un predio de 3.250 m2, sobre la base de un modelo único, que se utilizó para todas las restantes oficinas de la línea (cuyos restos, hasta hace poco, se podían ver en cabo Blanco y bahía Laura), servía tanto para el desarrollo de los servicios postales y telegráficos, como también para alojamiento de los empleados.
Su ubicación distante de la costa, les resultaba incómodo a quienes se habían instalado a la orilla del mar, generando los consiguientes reclamos, que tardaron en ser escuchados, pues recién en 1922 se trasladó el mismo edificio al caserío situado sobre la costa, donde permaneció en actividad hasta el 3 de setiembre de 1937, cuando lo destruyó un incendio, con todo cuanto contenía, obligando al Correo a reinstalarse en un edificio alquilado.
De los jefes que tuvo la oficina en aquellos primeros tiempos, pocos han quedado registrados, pero vale la pena mencionarlos aquí: desde 1907, y por varios años, Miguel A. Tamburini; en 1917 Ricardo Arana, y alrededor de 1925 Agustín T. Rasca.
Sobre el final del siglo XIX sobre esta zona de la Patagonia se extendía la ganadería ovina y la lana salió por este puerto en esforzadas tareas de embarque ya que sus instalaciones eran sumamente rudimentarias. Por esa época la ganadería y las estancias en general estaban en crecimiento y Caleta Olivia era su centro.
Otra actividad que le dió expansión fué la actividad petrolera, que en 1921 encara el estudio del Flanco Sur y tras años de fracasos y frustraciones en 1944 brota el petróleo en Cañadón Seco, localidad cercana a Caleta, a 1000 mts. de profundidad.
A partir de noviembre de 1995, el pozo 0-12 es convertido en Monumento Histórico Provincial.
Esta actividad originó la construcción de barrios y el crecimiento de la demanda laboral, llegando a la zona pobladores de distintas provincias del país en búsqueda de trabajo.
En la intersección de las calles Independencia, Güemes y Av. San Martín se ha emplazado el Monumento al Obrero petrolero : el Gorosito, obra del escultor Pablo Daniel Sánchez.
Leyendas
La leyenda del Flamenco
No escapó al espíritu observador de los aborígenes la actitud enigmática que adopta el solitario flamenco, que vive relegado en las lagunas del interior. Dice la leyenda que el flamenco llegó tarde a la cita con el Niño-Dios de los tehuelches, Elal, debido a que el piche al ver a un gigante sintió miedo creyendo que el monstruo le observaba. Para despistar, el piche fingió husmear la tierra y ocultándose entre los mogotes consiguió alejarse de tan peligroso observador.
Apenas pudo comunicarse con el flamenco, éste de inmediato emprendió el vuelo, pero cuando arribó a la laguna ya el cisne le había precedido y la divina criatura estaba instalada en la espalda del ave... Tanta fue la tristeza que embargó al fiel flamenco, que el niño compadecido de su pena hizo que las blancas plumas, que hasta entonces lucía el ave, adquirieran el color del cielo del amanecer. Más éste privilegio no resarció al ave de su pena, pues desde entonces sigue viviendo triste, oculto en las lejanas lagunas de la Patagonia.