Vestirse de rafting, charla de seguridad y a descender por los rápidos del río Fuy, ¿qué más se puede pedir? La adrenalina y la magia están aseguradas desde el primer momento en que se llega al lugar.
El cañón del río Fuy dibuja un paisaje de película que se aprecia apenas llegamos al lugar indicado para comenzar la flotada. El punto de encuentro del grupo fueron las cabañas-hotel llamadas Rucapillan, que se ubican en Choshuenco, rumbo al río. Durante nuestro recorrido, que no duró más de 20 minutos, tomamos la ruta internacional Huahum, que nos lleva hasta el lago Pirehueinco acompañados de la singular vista del volcán Mocho Choshuenco. Nuestros guías ya estaban listos para darnos las lecciones de
rafting y seguridad y, luego de la charla, dividimos los grupos. Provistos de cascos y chalecos salvavidas, nos subimos a las balsas que nos esperaban en la orilla. Los instructores dieron unos últimos ajustes a las balsas y nos subimos para iniciar nuestra aventura por el famoso y querido río Fuy.
Con un cielo de fondo azul y una temperatura muy agradable, empezamos a remar tranquilos, siguiendo las indicaciones de nuestro guía, quien nos hizo practicar algunas consignas de seguridad antes de que llegasen los primeros rápidos, que luego de un par de minutos de navegación se divisaban a lo lejos. El Fuy es un río de montaña cuyos rápidos son clase III-IV, es decir, requieren un nivel técnico importante para sortearlos, por lo que hay que estar atentos a todo lo que el guía ordene. Mientras avanzábamos por el curso del río, las distintas formaciones rocosas iban llamando la atención de cada uno de los aventureros. El descenso sería aproximadamente de una hora y treinta minutos hasta llegar al lago Panguipulli.
Todo esto parecía sencillo, pero con solo tomar el primer rápido, la adrenalina se apoderó de cada uno de los presentes y el viaje tomó color. Nuestras palas no paraban un segundo de remar y la balsa se apoyaba, a toda velocidad, sobre el río que nos movía de un lado al otro. Todo era algarabía y gritos de emoción, y cada vez que se sorteaba un salto, el grupo gritaba de placer por el hecho de haber logrado conquistar y domar una parte del río, que ya quedaba atrás. La vista de cada uno de los presentes estaba puesta en el próximo salto.
Los ánimos sólo se aquietaban cuando luego de un gran salto venía un remanso, que nos dejaba derivar por la magia del río observando al paso los valles con bosques nativos y aguas turquesas. Confirmamos sin dudas que se trata de uno de los ríos más bellos de todo Chile para practicar la actividad. La elevada temperatura que se da entre los meses de diciembre y mayo hizo que la mayoría de los presentes apenas divisó el lago Panguipulli, hacia el final del recorrido, saltara al agua y nadara para volver nuevamente a la balsa. Habíamos vencido los rápidos del río Fuy. Cansados, pero contentos, llegó el momento de festejar la hazaña. Un brindis con
snack nos esperaba en una de las orillas del lago. En nuestra memoria quedaría para siempre esta singular aventura.