Una experiencia alucinante entre bloques de hielo, cavernas frías y grietas profundas. Estuvimos durante todo un día sobre el glaciar Grey.
Son las cinco de la mañana. Partimos desde Puerto Natales rumbo a una de la aventuras más fantásticas que se pueda vivir dentro del parque. Todo es quietud y, sobre el este, se asoman los primeros rayos de la alborada. La ruta 9 se encarga de llevarnos a las entrañas mismas del Parque Nacional Torres del Paine. De a poco, las lengas y ñires al costado del camino comienzan a dar sombra. Todo se llena de color, se colma de vida. Pasamos frente al macizo del Paine. Una vez más, nos dejamos sorprender por este coloso de granito pero, en esta ocasión, son sus cuernos los que llaman poderosamente nuestra atención. A las ocho y media de la mañana arribamos a la Hostería Grey. Sin titubear, nos dirigimos hacia el puerto para embarcarnos en la Grey II. Desde la costa, observamos inmensos témpanos a la deriva: “preámbulo de lo que vendrá” pensamos. Un viento frío azota nuestra frente y nos invita a abrigarnos. Pronto estamos instaladísimos en el interior de la embarcación.
Nos dirigimos hacia el glaciar Grey. Intentaremos realizar el trekking y la escalada sobre el glaciar. Si bien es una actividad técnica, las condiciones para caminar sobre el hielo milenario son favorables en términos de dificultad. Para los comunes mortales – como yo – seguramente sea una experiencia inolvidable. El glaciar Grey es el de mayor magnitud de todos los existentes dentro del parque nacional. Esta maravilla natural de importantes dimensiones, forma parte del Campo de Hielo Patagónico Sur del continente. Una hora más tarde, la embarcación comienza a acercarse a las paredes del gigante de hielo, que está dividido en dos por una isla ubicada en el centro del ventisquero. De pronto, un bote Zodiac MK-5 sale a nuestro encuentro. Lo abordamos para realizar un landing en una morrena. Las caprichosas formas del glaciar y sus diferentes tonalidades de color celeste parecen cristales amorfos. Para esto, ya son las diez y cuarto. Transitamos sin apuro por el terreno colmado de rocas hasta el campamento base, donde los guías – Brian y Joseph - nos equipan con todo lo necesario para continuar con este viaje azul. Arnés, piquetas largas ( para marcha) y cortas (para trepada), casco, guantes, botas rígidas y crampones, son algunos de los elementos que utilizamos.
Sobre el piso transparente
Ahora el glaciar está debajo nuestro. Comenzamos a caminar sobre áreas de fácil acceso descubriendo el interminable brazo oeste del glaciar. Nos sumergimos en la inmensidad de un azul profundo, conquistando un mundo hasta ahora desconocido. Caminar sobre el glaciar es una sensación “rara”. Hay que caminar con pisada ancha, levantando bien los pies y bajando un poco el centro de gravedad. Este tipo de actividades es especial para comprender la magnitud del lugar que estamos visitando. Infinitas grietas, túneles y levantamientos de hielo se pierden en la distancia. La panorámica es alucinante. En fila india, transitamos por este heladero. Realizamos una parada técnica para cumplir con la rutina patagónica de vestirse y desvestirse hasta encontrar el punto justo entre temperatura y comodidad. Fascinados, seguimos a nuestros guías. Exploramos cuevas, sumideros, pasamos cerca de
seracs – bloques de hielo fragmentados – y nos detenemos a ver una gran laguna en medio del glaciar. “Nosotros decimos que por ese lugar es donde caminó Jesús” nos explica Brian. Espectacular. Nos acercamos y, con un jarrito, recojemos agua pura. La bebemos y nos regocija el alma. Nos sorprendemos al enterarnos de que esa grieta tiene una profundidad de setenta metros y de que equipos de la
National Geografic han buceado en el lugar para realizar estudios. Hora de comer a las doce en punto. “Antes de la escalada en hielo, nada mejor que reponer las energías” asegura Joseph. Una sopa crema nos calienta por dentro. Es un momento increíble. ¡Estamos almorzando sobre el glaciar! Mientras tanto, sobre el borde de una grieta de aproximadamente 20 metros, los guías arman un sistema de cuerdas y tornillos para hacer los primeros pasos de escalada en hielo. Nos explican la técnica y nos vamos para arriba. Nos sentimos como una parte viva del glaciar. Muy divertido. Luego del asombro en la pared empinada, emprendemos el retorno hasta el campamento base y, de ahí, al Zodiac para cruzar nuevamente frente al glaciar hasta el refugio Grey, donde esperamos que la Grey II nos pase a buscar. Para las dieciséis horas, abordamos nuevamente la embarcación. Durante el regreso, la tripulación sirve a todos los aventureros que nos acompañan un pisco sour con hielo del glaciar. Nada mejor para culminar esta inolvidable travesía. Con las copas levantadas brindamos por el glaciar Grey y su enigmática geografía.