Una comida elaborada de una manera muy especial. El curanto al hoyo, plato típico de Chiloé, se cocina bajo tierra durante largas horas.
Desde la terminal de
Ancud, tomamos un bus rural repleto de lugareños con dirección a Quetalmahue. En esa zona viven pescadores, recolectores de algas y pequeños agricultores. Consultamos al chofer sobre el lugar de acampe y nos sugirió la playa de Ahui. Bajamos en un cruce de caminos y, luego de una corta caminata, llegamos. Un hermoso lugar con aguas muy tranquilas y playa de arena. Nos recostamos sobre ella y contemplamos la vista que teníamos. Divisábamos, en la otra orilla, las afueras de Ancud y el camino por donde habíamos venido. De repente, nos sobresaltó la fuerte voz de un hombre que nos insistió en acompañarlo para presentarnos a unos lugareños increíbles que había conocido. Desde la mañana, ellos preparaban una comida típica de la zona: el curanto al hoyo. Algo que para nosotros sonaba totalmente desconocido, hasta ese momento. Este señor nos llevaría hasta el lugar, si aceptábamos, en ese mismo momento, ya que estaban a punto de destapar el curanto que se cocinaba bajo tierra desde hacía varias horas. La oferta era tentadora. Nos dijimos: “¿Por qué no?”, y nos subimos a su camioneta.
El famoso curanto al hoyo El curanto es una comida típica de origen mapuche (mapu, “tierra”, y che, “gente”) que se practica en el sur de Argentina y Chile. La preparación comienza con un hoyo en la tierra de más o menos medio metro, en el cual se colocan grandes piedras calientes. Luego se colocan los mariscos: choritos (mejillones), navajuelas, erizo, picoroco, jaibas (cangrejos), ostras, machas, y todos aquellos con concha o caparazón. También las carnes: longanizas, pollo, chancho ahumado. Todo esto es previamente condimentado y colocado junto a las piedras para que se cocine mejor. Finalmente, se colocan las papas, chapaleles y milcaos. Se tapa todo con hojas de nalcas y se cubre con panes de tierra con pasto (champas) cuidando que el pasto quede hacia abajo. Se deja cocer al vapor por varias horas con el calor que guardan las piedras. Al servirse, va acompañado de un pebre, que consiste en sal, agua, cebollín, ají de color, perejil, cilantro, y otros condimentos.
El destape El señor resultó ser un alemán que vive hace años en Santiago (Chile) y que estaba encantadísimo con esta gente. Llegamos al lugar y nos presentó a estos sencillos pescadores, quienes nos recibieron con mucha calidez. Sin esperar, nos dirigimos directo al sitio donde se cocinaba esta comida. Todos, el alemán con sus dos hijas y un amigo, más nosotros, nos reunimos alrededor del curanto. Parecía un ritual, todos expectantes y ansiosos por descubrir el sabor de la nueva comida. Llegó la hora, y comenzó el proceso: se quitaron primero los panes de tierra que funcionaban como tapa. Luego se sacaron las hojas de nalcas, unas hojas enormes cuya función es proteger a los mariscos. Una vez abierto, dentro del hoyo aparecieron los mariscos, entre el vapor y el aroma tentador que brotaba del curanto recién destapado. Había todo tipo de mariscos, carne de cerdo y verduras. Todos observábamos detenidamente la “ceremonia¨, hasta que uno de ellos dio la orden de sentarse a la mesa.
El regreso reparador Después del almuerzo, nos quedamos charlando con esta gente cálida, conocimos sus artesanías en piedra y madera y compramos algunas de recuerdo. El alemán, gentilmente, se ofreció a llevarnos de regreso. Nos despedimos de los pescadores y partimos. De vuelta en la playita de Ahui, agradecimos su recomendación. Con las últimas horas de sol, hicimos un merecido relax después de semejante banquete, recostados en la arena, inmersos en la tranquilidad del lugar.