El camino hacia el Hotel y Termas de Huife es el inicio de un día de descanso que no se olvida. Entre colinas de pastos muy verdes y por una ruta asfaltada, se accede al complejo en escasos minutos desde Pucón. Una vez ingresados, dimos un vistazo desde las terrazas del edificio principal para tener una idea de conjunto del lugar. Nuestra primera inmersión fue en una de las tres piletas al aire libre, cuyo fondo era de piedras oscuras y la temperatura del agua, muy agradable. Luego, descansamos unos minutos en amplios sillones y poltronas y dejamos que la vista paseara entre el río Liucura que corría a pocos metros y los bosques de la otra orilla. El río forma parte del circuito termal, ya que intercalar un baño en sus frías aguas es beneficioso para la circulación. Pasamos después a la piscina hidroterapéutica. Entre burbujas y chorros de agua a presión, disfrutamos del masaje intenso que los propulsores hacían llegar a nuestro cuerpo. Un torrente tibio de una de las cascadas caía sobre cuello y hombros y, a la vez que sentíamos alivio de las tensiones acumuladas, perdíamos la noción del tiempo transcurrido. Un sector de la piscina cuenta con un movimiento interno; se puede caminar a favor o en contra de la corriente para masajear y tonificar piernas y pies. Vivimos allí un verdadero clima de reposo, que en seguida se notó en el organismo y el espíritu.