Recorrimos la misión, el principal asentamiento de los salesianos en Tierra del Fuego, que aún hoy sigue escribiendo la historia de Río Grande.
La misión es una de las postales más representativas de
Río Grande, tanto de sus orígenes como de su presente. Desde lejos se divisan las blancas construcciones, a 14 kilómetros de la ciudad sobre la ruta nacional 3. Habíamos quedado en encontrarnos con Stella Maris, guía y directora de la escuela de equitación que funciona en la misión. Stella nos esperaba en La Cimarrona, el restaurante y casa de té que está en el predio y que también lleva adelante con su familia. Mientras compartíamos unos ricos mates, Stella nos contó la historia de este emprendimiento religioso pionero en la región. De acuerdo con las crónicas, luego de varios viajes a la isla, en 1893 monseñor José Fagnano había elegido la costa norte del río Grande para crear un pueblo indígena. En este lugar se asentaron los primeros misioneros que arribaron a la isla en noviembre del mismo año. A los pocos meses se trasladaron al sector conocido como “Tres Chorrillos”, donde ampliaron las construcciones para hospedar a un grupo más numeroso de shelk'nam. Pero este creciente caserío se incendió por completo en 1896 y tuvieron que volver a buscar otro sitio para afincarse. Finalmente, en 1897 los salesianos reconstruyeron el pueblo a poca distancia del cabo Santo Domingo, donde hasta el día de hoy se emplaza la misión salesiana Nuestra Señora de la Candelaria. La misión desde 1946 funciona como escuela agrotécnica y brinda formación educativa a jóvenes de toda la Patagonia, además de elaborar distintos productos como dulces, quesos y carnes que se comercializan a nivel regional. Pero además de estas instalaciones sobresalen el museo y la capilla, ambos declarados monumentos históricos nacionales. Allí nos dirigimos para conocerlos.
El padre Ticó
El Museo Histórico y de Ciencias Naturales Monseñor José Fagnano funciona en tres edificios antiguos más un área con nuevas salas y un patio exterior, donde se puede observar una réplica de las chozas usadas por los selk'nam. En la entrada del museo nos encontramos con su director, el padre Juan Ticó. Con sus 80 años, este santacruceño de origen y primer sacerdote patagónico en ordenarse (1948) es el principal responsable de la muestra de ciencias, ya que como taxidermista embalsamó todos los ejemplares de la fauna fueguina que se exhiben. Junto con Stella caminamos por el primer nivel dedicado a la historía y antropología de Tierra del Fuego. Por el pasillo se disponen las vitrinas con objetos e imágenes de los selk'nam, los vestigios de la proeza del oro iniciada por Julius Popper, la llegada de los salesianos y el surgimiento de las estancias. El segundo piso, destinado al área natural, está dividido por ambientes, cada uno con sus especies de animales y aves características. Después de admirar todo el patrimonio del museo, el padre Ticó invitó a los visitantes al auditorio para ver una película del sacerdote D'Agostini. El valioso testimonio que capturó la super 8 de este incansable explorador del Sur era acompañado por los cálidos relatos de Ticó. Sorprendía ver a los selk'nam junto a D'Agostini, que supo tratarlos con respeto y aprender de ellos sobre su vida y sus costumbres. Algo de ese espíritu entusiasta y de su amor por estas tierras también se reflejaba en el simpático director del museo que al despedirnos nos dejó a todos emocionados.
La Candelaria
A pocos metros del museo está otro de los tesoros de la misión: la Capilla de la Candelaria. Fue la segunda capilla construida por los misioneros salesianos y desde su inauguración en 1899 se preserva casi intacta. Ingresamos con Stella al silencioso recinto presidido por un altar de madera con un cuadro de la Purificación de la Virgen María, conocido como Nuestra Señora de la Candelaria. Junto a esta bella obra traída desde Barcelona en 1901, se disponen el crucifijo y las estatuas de San José y de San Francisco de Sales, además de un Sagrado Corazón tallado en madera. Al costado del altar, la pequeña sacristía guarda prendas litúrgicas de monseñor Fagnano, objetos de culto y cuadernos escritos por los indígenas. También protege unos antiguos armonios a fuelle y un exquisito cáliz de plata que trajo el mar hasta la costa frente a la misión y fue hallado hace más de 20 años. Dejamos la iglesia con sus sagrados recuerdos de los misioneros y dimos una vuelta por el predio donde funcionan el vivero, los galpones de producción y los demás edificios de la escuela agrotécnica. Después, por un camino secundario llegamos hasta el viejo cementerio indio, también declarado monumento histórico pero cerrado de forma temporal por mantenimiento. Al regresar a la Cimarrona, Stella nos convidó nuevamente con mates, tortas y dulces caseros. Conversamos sobre las cabalgatas y la escuela de equitación que coordina y si no hubiese sido tan tarde, habríamos ido a caballo hasta el cabo Santo Domingo o a pasear por la estepa hasta la laguna Don Bosco, un excelente motivo para volver a visitar la misión.