Mucho antes de llegar a Aluminé, localidad neuquina pegada a la cordillera, el río que le presta su nombre serpentea por el paisaje que se extiende desde el bosque andino patagónico hasta la estepa. Este impetuoso curso de agua de color verde jade nace en el lago Aluminé, que junto al Moquehue son los primeros espejos del conocido “Corredor de los Lagos”. El gran caudal del Aluminé ofrece en distintos tramos rápidos de grados II a IV, condición que le ha valido el privilegio de ser uno de los mejores ríos del país para practicar rafting y kayak. Es por esto que en él se organizan las principales competencias de estos deportes acuáticos. La “bajada” del río se ha convertido en un bautismo para los que visitan el lugar. Las opciones que brinda dan para todos los gustos y tamaños, desde los más intrépidos hasta aquellos que buscan realizar una actividad de aventura en familia. Para vivir esta experiencia nos acercamos a Aluminé los primeros días del verano dispuestos a tomar el remo y divertirnos.
¡A las balsas!
A las tres de la tarde, cuando el sol no daba tregua, Ricardo de Aluminé Rafting nos esperaba en la base, a 2 kilometros del centro, con un grupo de turistas y las balsas preparadas. Por estar bajo el nivel del río en ese momento, no se podía practicar en la parte más alta del Aluminé, donde se encuentran rápidos difíciles y que requieren mejor técnica. En cambio, el sector conocido como Abra Ancha, que se extiende entre los 6 y los 8 kilómetros, es navegable durante todo el año y posee un grado de dificultad II.
Llegamos en camioneta a una playa que se encuentra a 8 kilómetros del pueblo. Los guías acondicionaron las balsas y repartieron chalecos salvavidas, cascos y remos. Con todo el equipo puesto, nos reunimos en la orilla para la charla técnica. Luego de ejercitar algunas maniobras en ese sector, comenzamos a navegar por el río, que es muy calmo en esta parte, lo cual llevó a los guías a fomentar una pequeña guerra entre balsas, después de la cual terminamos todos mojados. Al cabo de un rato, nos internamos en el cañadón Curva del Ciprés, que muestra hermosos paredones de roca de un lado y bosquecitos de cipreses de la otra orrilla que cada tanto dejan claros para pequeñas playas de arena blanca. El río y su entorno no podían ser más atractivos y todos disfrutábamos del paseo, pero pronto se acabó el relax y comenzó la acción al acercarnos a los primeros rápidos. Superamos sin gran esfuerzo estos tramos que se intercalaban con largos piletones, donde nos tiramos al agua para nadar. Pero después llegaron las partes más interesantes, como “la corredera” o “ el lavarrropas”, en las que probamos nuestra destreza con el remo. Salimos victoriosos, más por la pericia del guía que por la del propio equipo, pero festejamos igual, contentos por la aventura que habíamos compartido. Cerca del final, casi todos terminamos en el agua dejándonos llevar por la corriente. De regreso, la invitación de Ricardo para bajar el tramo superior nos dio más que un buen motivo para volver a visitar Aluminé en octubre.