Te contamos cómo son las bases de investigación científica que se encuentran en la Antártida, donde se convive en un clima de pacífica colaboración.
A partir de la firma del Tratado Antártico, los diferentes países que suscribieron a este acuerdo han ido estableciendo asentamientos fijos y temporales, imprescindibles para el avance científico en la Antártida. Desde la primera base, que fue la argentina Orcadas, instalada en febrero de 1904, 20 países abrieron cerca de 100 estaciones. En invierno, estas bases cuentan con 1.000 personas, aproximadamente, y en el verano austral, la época de mayor actividad en el continente, pueden alcanzar los 10.000 habitantes. Los hombres y mujeres que residen en la región antártica poseen una fuerte vocación científica y de servicio, con la que enfrentan la hostilidad del ambiente y la rigurosidad del clima. Lejos del ruido, pero también de las comodidades de la gran ciudad, el día a día en las bases temporarias o permanentes suele ser una dura lucha contra las condiciones naturales.
Si bien la tecnología moderna ha facilitado una fluida comunicación con el continente, el aislamiento y las grandes distancias exigen un gran despliegue de esfuerzos y recursos para mantener las distintas estaciones. El trabajo fuerte se realiza durante los meses de verano, cuando se puede llegar a las zonas más aisladas por el hielo. El apoyo logístico se organiza a través de rompehielos, buques, helicópteros y aviones, además de transportes a oruga y otros vehículos menores, que permiten el recambio de las dotaciones, el abastecimiento para todo el año y el retiro de la basura y los residuos peligrosos.
Lugares especiales
Las bases reflejan la identidad del país que representan, pero a su vez muchas congregan a tantas personas de diferentes nacionalidades, que en ellas existe una atmósfera de diversidad cultural.La mayoría se construyó en el extremo norte de la península antártica, por ser ésta la más cercana al continente americano. En la isla 25 de Mayo (King George Island), donde se puede observar una variada fauna, se encuentran la base chilena Presidente Eduardo Frey, con una comunidad civil que vive todo el año, pegada a la estación rusa Bellingshausen, que cuenta con una pequeña iglesia ortodoxa.En la base argentina Esperanza funciona la única escuela de la Antártida y es, además, un lugar de gran interés científico por el descubrimiento de fósiles en la zona. Fue en esta base que, en enero de 1978, se dio el primer nacimiento de un hombre en el continente antártico: el del argentino Emilio Marcos Palma.Fuera de la península, que es el área de mayor disputa por la soberanía, la distribución de las diferentes estaciones es más dispersa. Entre ellas, se destaca la base estadounidense McMurdo, situada a 3.500 kilómetros al sur de Nueva Zelandia, en la isla de Ross, la cual alberga la comunidad más grande de la Antártida. Desde este punto se parte a otra de las bases estadounidenses: la Amundsen Scott, que está casi sobre el Polo Sur geográfico. En esta estación permanente, donde vive un grupo de 30 personas, las condiciones son extremas, porque las temperaturas pueden llegar a los 90º bajo cero y en el invierno queda completamente aislada. A su vez, favorecida por su ubicación, la Amudsen Scott posee un centro especializado en estudios atmosféricos, climáticos, astronómicos y físicos.Cada una con su particularidad, las bases de la Antártida dan refugio a historias y experiencias que van más allá de los avances científicos y que expresan la vida cotidiana en un lugar donde domina la naturaleza.