Un estupendo recorrido que recrea el hábitat de los dinosaurios y que hace pensar, imaginar y hasta divertirse con esos gigantes que vivieron hace millones de años.
Durante el clásico paseo por el Circuito Chico de Bariloche con nuestros hijos, luego de habernos sacado un montón de fotos en el punto panorámico, se presentó ante nosotros el parque temático Nahuelito. Su nombre nos atrapó y decidimos visitarlo. Desde el primer momento nos resultó un lugar agradable por su arboleda y la organización de la visita guiada. Pero aún no nos resultaba claro a qué se referían cuando decían que el bosque estaba habitado por dinosaurios. Nos adelantaron que eso no sería todo. Iríamos encontrando además duendes y otros espíritus fantásticos del bosque. De hecho, el primer gnomo que encontramos tan pronto ingresamos en el predio estaba cómodamente instalado en su precaria casita con algunos utensilios alrededor. Esa fue nuestra primera foto.
Mientras avanzábamos, los árboles se mecían y dejaban oír un suave murmullo. De golpe, la cabeza de un dinosaurio de tamaño natural irrumpió entre las ramas altas de los árboles. Parecía habernos acechado. Así, uno a uno fuimos encontrando distintos tipos de animales prehistóricos en su propio ambiente. Cada figura había sido realizada respetando el tamaño y características originales. En eso se apoya este parque temático. Fueron armados por especialistas en réplicas muy reconocidos de la provincia del Neuquén. Se puede decir que son verdaderos artistas plásticos con conocimientos científicos y que los realizaron en escala. Cuando hablamos de dinosaurios, generalizamos. Durante el paseo nos dieron la posibilidad de distinguir épocas en las que vivieron las distintas especies y sus nombres científicos. De más está decir que a los chicos les fue más fácil aprenderlos que a los grandes. El camino sube y baja en un entretenido recorrido de casi una hora. Cada recodo mostraba un animal en pose de correr, subirse a los árboles o pelear, con la correspondiente explicación de la guía. El sendero desemboca en un gran claro de bosque. Allí nos sorprendieron grandes figuras de tamaño real y de distinta naturaleza, todas reunidas. Una manera excelente de relacionar entre sí a esas bestias. Los chicos enseguida se les acercaron corriendo y todos comprobamos su porte en relación al hombre de nuestros días. Algunos con mandíbula desarrollada y grandes dientes causaban cierto temor. Otros tenían patas delanteras y traseras de distinto porte. Todos, con una piel rugosa algo desagradable pero bien lograda por los artistas. La guía completó la información que habíamos recibido y los chicos contestaron algunas preguntas para ver si habían entendido. Incluyó la leyenda del Nahuelito que da nombre al parque temático. “¿Todos son dinosaurios de cuatro patas?” “No, algunos han vivido en medios acuáticos y tenían aletas. Otros planeaban o volaban con sus alas tipo murciélago. Las variedades son muchas y día a día se conoce algo más de su forma de vida gracias a lo que estudian los especialistas”, otra explicación de nuestra guía que nos dejó satisfechos. Los duendes del bosque volvieron a aparecer y con ellos los chicos repitieron algunas historias conocidas y otras las inventaron mientras tomábamos la prometida gaseosa en la confitería del predio.
Cosas de chicos
Cuando salíamos, el más chico de nuestros hijos le dio una última mirada al conjunto de los dinosaurios: “Cerrá así los ojitos, ¿ves?, como estoy haciendo yo, y espiá por el costadito... Así... ¿Ves? Casi, casi, casi... ¡caminan!”
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