La vuelta al lago General Carrera guarda increíbles paisajes, actividades de aventura y confortables rincones para pasar unos días.
Nuestro periplo alrededor del lago General Carrera recién empezaba y, después de vencer las dificultades mecánicas, ya estábamos nuevamente en camino. Unos kilómetros más adelante, luego de pasar
Puerto Guadal, encontramos la entrada a las cabañas Mallín Colorado. La noche ya se había cerrado sobre la ruta y ansiábamos refugiarnos y combatir el frío con algo caliente. Enseguida salió a recibirnos Eduardo Christensen, que nos invitó a la casona para compartir la cena alrededor del hogar. Mientras lo ayudábamos con los preparativos en la cocina, donde en temporada se lucen los cuidados platos caseros, Eduardo nos comentó la historia de este emprendimiento familiar. Hace 10 años que los Christensen compraron el campo a unos pobladores de Guadal y hace 8 que se dedican al turismo, brindando alojamiento y otros servicios turísticos. Como todo al principio, empezaron con una cabaña que construyó el mismo Eduardo cuando se decidió a incursionar en la arquitectura y dejar un poco de lado su profesión de abogado. Luego fueron construyendo otras para recibir más gente. Las riquezas del lugar también los motivó a organizar cabalgatas por el campo, guiadas por el papá de Eduardo, que adora los caballos.
La charla continuó mientras saboreábamos una comida frugal y una copa de vino, hasta que nos venció el sueño. Eduardo nos acompañó a la cabaña, bastante alejada de la casa principal, pero muy cálida y confortable. A la mañana siguiente, cuando nos despertamos, el paisaje irrumpió por el ventanal con toda su belleza. Había permanecido velado por la oscuridad durante la noche, pero con la luz del sol se lucía en todo su esplendor. Me quedé un rato sentada mirando la paz del lago. Sin dudas, Mallín Colorado es un rincón privilegiado para admirar.
Una vista única
Con Eduardo habíamos arreglado una cabalgata que me habían recomendado especialmente como la mejor de la región. Después de nuestra vuelta por Puerto Bertrand y Cochrane, nos levantamos temprano y, aunque la mañana se presentó un poco nublada, nos subimos a los caballos y emprendimos el camino.
Primero pasamos por un bosque bien tupido de coihues, lengas y ñires, que nos protegía de la llovizna. Cuando alcanzamos el primer mirador, que deja ver la unión del lago General Carrera con los lagos Bertrand y Plomo, la panorámica fue sobrecogedora. Luego de un rato de contemplar el paisaje en silencio, seguimos ascendiendo. Pasamos por un desfiladero desde donde apreciamos la zona de mallín que da nombre al campo, por sus vibrantes tonalidades rojizas. Nos internamos en un bosque de lengas cubiertas de barba de viejo, un líquen que reposa sobre los árboles sólo en ambientes puros, y su mágica atmósfera nos hizo aminorar el paso. Cabalgamos unos metros más arriba en la montaña y finalmente nos detuvimos en el mirador del cordón Contreras. Una espesa nube apenas nos dejó divisar los cuatro ventisqueros que se desprenden de los campos de hielo norte situados en los contrafuertes cordilleranos. Es un espectacular mirador que debe lucirse con el cielo despejado, pero esta vez no tuve mucha suerte y las condiciones climáticas no cambiaron para poder disfrutarlo mejor. Volvimos por el sendero, galopando en nuestros briosos compañeros de aventura cuando el terreno lo permitía. De regreso, nos despedimos de Eduardo y de su hospitalidad, que hicieron más que placentera nuestra estancia en sus cabañas. Todavía nos quedaban muchas bellezas por conocer en la vuelta al lago General Carrera.