Es una región agreste pero generosa en variedad de truchas y salmones de buen porte. Allí el río Puelo se muestra con buena correntada y con las características propias de los cauces de montaña.
El escarpado cañón del rió Puelo parece un paredón interminable y es escenario propicio para la práctica de la pesca con mosca. Se accede a través del brazo superior del lago Puelo, al que aportan sus aguas los ríos Azul, Epuyén y Turbio. Nos embarcamos en un gomón de 5,5 metros de eslora con un motor a turbina con el que navegamos por el lago. Era un día fresco y la mañana se presentaba diáfana. El perfil del cerro Tres Picos nos saludaba majestuoso. En algunos momentos las aguas nos desconcertaban con su magia. En pocos minutos llegamos a los rápidos clase III del río Puelo. El movimiento incesante del agua y la rudeza de las rocas le daban al paisaje un cierto dramatismo inolvidable. No tienen alto nivel de dificultad pero movían lo suficiente el gomón como para hacer interesante y divertida la ocasión. En nuestro viaje llegamos hasta el límite entre Argentina y Chile, y realizamos los trámites migratorios en las oficinas de Gendarmería Argentina y Carabineros de Chile. Confirmamos lo que suponíamos: era un lugar visitado por poca gente.
Asombroso hábitat en medio de la naturaleza
Al pisar tierra chilena, llegamos a Segundo Corral, al
lodge de pesca de Kent Schoenaver. Allí, en un área donde quedamos atónitos con lo que la naturaleza ha creado, nos presentamos y fuimos preparándonos para la salida de pesca.
En el muelle nos esperaba John, un perro labrador de color negro que estaba muy entusiasmado por nuestra visita. Mientras Eric, hijo del propietario, ataba el gomón, John parecía querer enseñarnos el sendero hacia la casa. El
lodge está ubicado en la boca del río Puelo, sobre un pequeño risco. La charla con los dueños de casa giró en torno a sus experiencias diarias con las truchas arco iris, marrones y salmones que llegaban a ese punto para alimentarse. Nos ilusionamos y deseamos que ese día estuvieran hambrientas. Nos hicieron recorrer las instalaciones del
lodge, donde nada estaba librado al azar. Las habitaciones, el
living y cada uno de los cálidos rincones de la construcción nos maravillaron. El lugar indicado para hacer base fue el quincho.
Es tradicional en Segundo Corral recibir a los invitados con un ágape a base de carne con papines asados a las brasas, ensaladas con hortalizas, jugos y cerveza. Conocimos entonces la huerta orgánica de donde provenían las lechugas recién cortadas.
A pescar se ha dicho
Terminado el almuerzo, el guía de pesca sugirió que nos pusiéramos nuestro equipo y nos embarcáramos con dirección oeste hacia donde realizaríamos nuestros primeros intentos a la hora de la “eclosión”. Para empezar la práctica, líneas de flote, moscas secas y anzuelos sin rebaba fueron elegidos a sugerencia de nuestro guía que conocía el lugar como nadie. Los piques comenzaron con el
drag de las moscas. Nos estábamos iniciando en la pesca con mosca en aguas muy encrespadas con espuma blanca y con gran estrépito del agua al pasar por el cañadón.
Luego de varios intentos con la lancha quieta en un recodo del río, salió la primera de las piezas. Una trucha arco iris fue atrapada por el señuelo “hormiga de Chernobyl”. En nuestras manos, posó para la foto. Toda la maniobra duró solo unos segundos. La tomamos entre las manos con cuidado y realizamos con ella los ejercicios indicados para permitir su oxigenación hasta que desapareció raudamente por la correntada. Luego, nos llevaron hacia la orilla para practicar
casting. Sin duda a nuestros lanzamientos les faltó cierta maestría y necesitábamos algunas lecciones. Terminada la clase de desplegar la línea de mosca, retornamos hacia la casa. Antes de despedirnos, Kent nos deleitó con un “show” personal: buscó migas de pan y las lanzó al agua cerca del muelle y vimos un montón de peces saltando y chapoteando en su intento por disfrutar de la comida. El atardecer se presentó con sus colores anaranjados por detrás del perfil de las montañas cercanas al río Puelo. Fue la señal que nos indicó que el día de pesca en Segundo Corral llegaba a su fin. Para entonces nos habíamos olvidado de nuestra ciudad de origen, de nuestras rutinas y hasta de cómo nos llamábamos. El colorido bosque valdiviano, los cambiantes ritmos de las aguas y la tranquilidad del ambiente se habían metido en nuestra piel para siempre.