Nos acercamos a Los Antiguos para conocer el lago Buenos Aires, uno de los rincones dilectos de los pescadores en la Patagonia.
Desde el balcón de la hostería Antigua Patagonia, la mañana del sábado lucía espléndida. Con Marcia nos quedamos un rato tomando sol y disfrutando de la vista. A esa hora, soplaba poco viento y el lago Buenos Aires estaba tranquilo. Después de desayunar, salimos a recorrer el pueblo desolado a esas horas. Unas vueltas por las calles arboladas y terminamos a orillas del inmenso Buenos Aires que empezaba a recibir a los pescadores y sus familias. Como no observamos embarcaciones en la costa, nos acercamos al destacamento de Prefectura Argentina. Nos recibieron el suboficial Alberto Falcón y el cabo Horacio Treccarichi, que nos comentaron las características principales del lago.
Segundo en la lista
Situado al noroeste de la provincia de Santa Cruz, sus aguas cristalinas y de color turquesa ocupan 2240km2 de territorio argentino y chileno, siendo los Antiguos la localidad argentina más cercana al límite fronterizo que se asienta sobre sus orillas. Este lago es el segundo más grande de toda Sudamérica después del Titicaca, que se encuentra entre Perú y Bolivia. En el país trasandino, recibe el nombre del lago General Carreras y tiene aguas más profundas con barrancas pronunciadas en algunos sectores.
En cambio, el Buenos Aires, con sus 881km2, es un lago de meseta que muestra algunos acantilados en su margen este. Como hábitat de una interesante población de truchas marrones y arco iris, con ejemplares que pueden llegar a más de 5 ó 6 kilos, los amantes de la pesca practican
spinning y, cuando las ocasiones lo permiten,
trolling, utilizando cucharas principalmente. Otra virtud es que se puede pescar durante todo el año, aunque fuera de temporada se recomienda devolver la presa. Si bien parece calmo en sus playas, los vientos suelen provocar fuertes oleajes hacia el centro.
Como queríamos sacar fotos y el día estaba lindo, el suboficial accedió a nuestra petición de navegarlo. Después de proveernos el equipo apropiado y preparar el bote
Zodiac, salimos a recorrer la costa. Primero nos acercamos hasta el muelle de la hostería y, después de unas vueltas, decidimos dirigirnos en dirección a la frontera, una línea imaginaria que se extiende desde la desembocadura del río Jeinimeni hasta Ing. Pallavicini en la costa opuesta.
Con el viento en contra y a medida que avanzábamos, sentimos que las olas pegaban con fuerza sobre la embarcación. Las fantásticas cumbres nevadas de la cordillera bordeaban los contornos lejanos del lago. De regreso, observamos unos cisnes de cuello negro y algunos patos acercándose a la salida del río Los Antiguos.
Ya en la playa y después de compartir unos mates con facturas, nos despedimos de nuestros guías para seguir recorriendo los atractivos locales. Al anochecer, desde el restaurant de la hostería, sólo se veía un inmenso manto oscuro que se extendía sobre la costa del Buenos Aires.