El Río Trancura inferior es una excelente propuesta para los amantes del hidrospeed. Nos sumergimos en sus cristalinas aguas y cruzamos sus intensos rápidos tan solo con nuestro cuerpo. Divertidísimo.
Queríamos realizar alguna excursión “alternativa”. Salir de lo tradicional muchas veces sirve para experimentar nuevas sensaciones. Pensando en ello, descubrimos que una agencia de turismo de Pucón ofrecía la imperdible oportunidad de descender a través de los rápidos del río Trancura en una especie de trineo acuático. A este deporte de aventura de última generación se lo conoce como hidrospeed. Obviamente ni lo dudamos y, en menos de lo pensado, estábamos yendo con los instructores de la especialidad rumbo al río. Los orígenes de esta curiosa técnica se remontan a mediados de 1980, en Francia. Su nacimiento tuvo lugar cuando un grupo de aventureros se animó a realizar peligrosos descensos por los canales de deshielo de los glaciares alpinos. Con el pasar de los años, el hidrospeed, experimentó una marcada evolución y hoy se ha trasladado a los ríos de aguas bravas. Para nuestra suerte, el día estaba ideal para nadar en los caudalosos rápidos del Trancura inferior. Un cielo despejado, el perenne follaje de la selva valdiviana a ambos lados del cauce, un calorcito que parecía subir con el paso de las horas y una leve brisa del este nos prometían que el río estaría más bravo que lo habitual, cosa que nos pareció súper excitante.
José (23) se llamaba nuestro joven guía. Criado a la vera del Trancura, nos contó que nadie conoce los rápidos clase II de este torrente como él. “Los tengo dibujados en la palma de la mano” –explicó, inspirando tranquilidad para cuando llegara el tiempo de atravesarlos. “El hidrospeed en sí es una plancha aerodinámica diseñada para navegar en forma solitaria. Se lo apoya sobre el cuerpo, luego hay que zambullirse y dejar que el río haga el resto” –continuó describiendo. Para realizar la actividad fuimos provistos de un traje de neopreno especial –de cinco milímetros en las extremidades inferiores y diez en las superiores–, un chaleco salvavidas, un casco de seguridad y unas aletas de buceo que nos servirían para propulsarnos. Además nos acompañaría Miguel –otro monitor de la especialidad– cumpliendo la función de safety kayak. Antes de sumergirnos en el Trancura, José brindó la charla de seguridad para que pudiéramos reaccionar con acierto ante las dificultades que pudiera presentar el agua. “Es importante que nos desplacemos en fila, y que copien mis movimientos” –enfatizó el guía. Nos esperaba un total de cinco rápidos, entre los niveles II y III de dificultad. El flotador era nuestro escudo contra las rocas y, por ende, debíamos tomarlo firmemente.
La frescura del río
Comenzamos. Los primeros minutos fueron de adaptación. Rápidamente aprendimos a maniobrar el
hidrospeed. Nos desplazamos de un lado a otro, ayudándonos con las aletas de buceo. Aprendimos la posición de “bloqueo” para poder montarnos sobre el “hidro” cada vez que tuviéramos rocas cerca. ¡Espectacular! Sentirnos como únicos responsables de la bajada nos proporcionó considerables dosis de emoción, y fue también una forma de demostrar nuestra habilidad en el agua. Era maravillosa la sensación de velocidad que percibíamos cada vez que tomábamos una corredera. Después de cada curva del cauce, se nos presentaba un paisaje distinto. Lejos de ser individualistas, como mayormente sucede en esta clase de deportes posmodernos, nosotros nos alentábamos mutuamente para disfrutar al máximo de la aventura. Los instructores velaban en todo momento por la seguridad del grupo. A medida que transcurrían los minutos, comenzamos a conectarnos más con el río, hasta el punto de sentirnos parte de él. Adelante, José nos indicó nuestro primer rápido, el del puente. Fue el más corto de todos, pero una buena manera de sentir la “bienvenida” del río Trancura inferior. Enseguida cruzamos el rápido del pescador. Es el más fuerte, con su grado III de dificultad. Tiene tres hoyos y olas. Al cruzarlo debíamos prestar mucha atención, ya que estaba presente la posibilidad de darnos vuelta. Superado el rápido del pescador, el río se tornó más calmo. Unos minutos de flotada fueron suficientes para acomodarnos. La adrenalina vivida en los últimos instantes nos había agotado.
A toda velocidad
Luego dijeron presente los rápidos del trencito y, casi automáticamente después, el de las juntas. Al primero lo cruzamos en la posición de bloqueo. Un millar de rocas parecieron multiplicarse a nuestro alrededor y fue imprescindible cruzarlo montados sobre el trineo acuático. El segundo, un tanto más tranquilo, presentó cuatro olas de un metro de altura cada una, pero sin rocas, así que nos relajamos y pronto lo pudimos atravesar. Tiempo de relajación. Luego de la marcada dosis de adrenalina, José nos invitó a descansar unos instantes en la orilla del Trancura. Percibimos los sonidos de la selva valdiviana. Un pájaro martín pescador se posó en una roca que sobresalía del agua y con mirada curiosa parecía investigarnos. Una familia de patitos de los torrentes se desplazó desde la otra costa con sus particulares movimientos sincronizados. Alrededor, una tupida vegetación parecía abrazarnos entre helechos arborescentes y coihues jóvenes de mediana altura. Luego del descanso emprendimos la marcha. Nos faltaba un rápido más: el de la leona. José y Miguel nos explicaron que el próximo sería más técnico. Debíamos cruzarlo de izquierda a derecha para no colisionar contra unas rocas, por lo que tendríamos que realizar un último esfuerzo. Hacia él fuimos. La corredera era intensa, el agua nos envolvió de inmediato. “¡Fuerza!” –gritó el guía, y en un intento desesperado para no golpearnos, atravesamos ávidamente el último de los rápidos del Trancura inferior. Después de esta última experiencia nos fuimos derecho hacia la costa. Allí nos aguardaba el
transfer de la agencia. Al llegar nos convidaron con un riquísimo té caliente y unas deliciosas galletitas dulces, para que repusiéramos la glucosa y recuperáramos energía y el calor del cuerpo. Agradecidos por todo el momento vivido, comenzamos a retirarnos de la zona del Trancura inferior. Antes de irnos lo observamos una vez más; interiormente queríamos conservar esa fresca imagen en nuestra retina. Por suerte lo conseguimos. Recomendamos realizar esta excursión.