Una de las construcciones claves en la historia de la ciudad de Trevelin nos muestra ahora cómo fueron los hombres que fundaron esta localidad.
Muchas veces puede resultar difícil imaginar cómo debe haber sido la vida de todas esas personas que a fines del siglo XIX o principios del XX decidieron dejar sus países de origen, sus pueblos en algún rincón de Europa, para lanzarse a un viaje que no sabían cómo terminaría. Se trataba de ir al otro lado del mundo, a un lugar completamente desconocido en el que se hablaba una lengua que en su mayoría ellos mismos no conocían, y no sabían qué iban a encontrar. Pensar que para algunos esa era la mejor opción de vida. Con infinidad de estas historias se forjó un país como la Argentina, que estaba o había quedado vacío y que en pocos años empezó a hervir de gente, a ocupar sus propios territorios. Esto ocurrió también en un rincón de la provincia de Chubut, cuando en las últimas décadas del siglo XIX llegaron los colonos al Valle 16 de Octubre.
Un horizonte lejano
Todos estos relatos, que se repiten por todo el territorio del país, son siempre en realidad historias individuales de personas que llegaron al nuevo mundo y formaron como pudieron un nuevo hogar. Lo que hoy conocemos como
Trevelin tuvo una particularidad: los primeros colonos venían en conjunto desde Gales. En las nuevas tierras estos inmigrantes galeses preservaron sus costumbres y formaron un núcleo a través del cual su antiguo hogar seguiría vivo. A pesar de las sucesivas oleadas de inmigrantes de otros orígenes, el pueblo logró conservar su identidad, esa que aquellos primeros galeses quisieron darle, y hoy podemos ver su esfuerzo y su modo de vida en el Museo Regional Trevelin del Molino Andes.
Un molino muy especial
El edificio que alberga actualmente el Museo Regional fue levantado hacia 1920 como molino. A través de este molino se canalizaba toda la producción de cereales de la zona y llegó a adquirir tanta importancia que terminó por bautizar el lugar: en galés “tre” quiere decir casa o pueblo y “velin”, molino. Por distintos factores, hacia mediados del siglo XX el molino fue perdiendo su importancia hasta cerrar sus puertas, pero en 1971 los descendientes de inmigrantes decidieron transformar este lugar clave de su historia en el marco que guardaría los testimonios del pasado del pueblo. Hoy sus salas guardan las reliquias de un pasado no tan lejano, herencias familiares que los vecinos quisieron reunir y organizar para que la memoria de aquella gesta fundadora se preservara y quedara abierta a quien quisiera conocerla.
La historia y su evidencia
El museo expone elementos de la colonización y la vida de la primera época del pueblo. En sus diversas salas encontramos gran cantidad de elementos que constituyeron la vida cotidiana de aquellos duros años, como vajilla, muebles, instrumental médico, cámaras fotográficas, instrumentos musicales y diversos objetos tradicionales de la cultura galesa. También encontramos una importante colección de vestidos y accesorios, muchos del siglo XIX y provenientes de Gales. Uno de los puntos más fascinantes de este museo es que no necesitamos imaginar para ver cómo vivían esas personas: los objetos que ellos mismos usaban se exhiben para que todos puedan recordar lo que fue aquella conquista.