Ushuaia en 4x4. Imperdible.

Todo aquel que ama la aventura se siente atrapado por la idea de conocer Tierra del Fuego, uno de los sitios más inhóspitos, hostiles y bellos que tiene el planeta. Jack London retrató en sus inolvidables libros un mundo mágico de perros lobo, de nieves eterna, de noches largas, de días interminables, de culto al fuego. Y hoy en la Argentina es posible vivir algunas de las experiencias del genial escritor. Quizá fue por todo esto que cuando las camionetas llegaron al hotel, supimos en segundos que esto era con lo que habíamos soñado durante muchos años. La sensación de adrenalina, ansiedad y alegría eran evidentes a lo largo de todo el cuerpo. Los saludos de rigor y en seguida nos encontrábamos formando parte del grupo que, distribuido en dos impecables camionetas Toyota 4x4, se iba despidiendo de la cuidad por tan solo un día.

Nos esperaba el Norte: nos dirigimos por el valle del río Olivia hacia el Valle de Lobos, donde nos esperaban los famosos perros de trineo que ya son parte de estas tierras. Valle de Lobos es durante el invierno una parada obligada para conocer cómo se cría a los alaskan huskies y cómo se prepara a estos perros de trineo para la temporada invernal, cuando llevan a visitantes de todas partes del mundo a disfrutar de una experiencia fascinante por los bosques y valles nevados de Ushuaia, incluso de noche. Seguimos por la ruta 3, que a estas alturas nos devolvía inolvidables vistas de montañas, lagos y ríos donde los castores van dejando sus huellas que ya son parte de estas tierras. Seguimos viaje hasta cruzar la cordillera de los Andes en el punto más alto que tiene la isla: el famoso Paso Garibaldi, donde se divisa la inmensidad de los lagos Escondido y Fagnano, este último, el más grande de Tierra del Fuego. Desde el mirador del Paso Garibaldi se divisa un viejo camino que lleva al lago, y que durante los días cálidos del verano se usa para otras excursiones. “Ese camino lo usamos en verano”, nos contó el guía de la travesía mientras lo señalaba. “No se imaginan los lugares que esconde”, concluye. Muchos en el grupo ya planeaban volver ni bien llegue la estación estival, cuando en Ushuaia los días se vuelven interminables. A la vera de un camino, paramos a tomar una infusión caliente para seguir con la misma temperatura corporal que teníamos, aunque si a esa le sumamos la adrenalina y la fascinación de todo lo vivido hasta aquí, lo que menos importa son los termómetros. “La Isla”, como la llaman a menudo los guías, posee una diversidad importante de flora, a la que se suman aves que solo se ven en libros de biología y que logran con su canto permanente ponerle magia a todo el entorno. Agua, barro, nieve, viento, lluvia y sol son elementos que se van sucediendo de un momento a otro y que logran crear sensaciones impredecibles kilómetro a kilómetro, como un premio preparado para que el turista se sorprenda todo el tiempo. El mediodía nos encontró vadeando arroyos y pequeños ríos mientras el hambre se apoderaba de todos los presentes: el almuerzo se volvió impostergable, por lo que decidimos emprender la vuelta hasta Valle de Lobos, el mismo lugar que conocimos bien temprano. Allí nos esperaba una excelente picada bajo la calidez de una típica cabaña de troncos de madera, cuya chimenea daba indicios de lo que ocurría dentro: un increíble asado a leña nos esperaba en su punto justo. ¿De ritual? Un brindis para ponerle un moño a nuestra experiencia, acompañado de choripanes, bifes de chorizo y verduras asadas, que formaban parte del repertorio para terminar una excursión perfecta.