Visitamos La Cueva, en Bariloche, una experiencia única que puede vivirse de tres formas distintas. Travesías con cuatriciclos y motos de nieve, aventuras en plena naturaleza patagónica y una fantástica oferta gastronómica dentro de una cueva en el bosque del cerro Catedral.
Hay que reinventarse a sí mismos para perdurar en el tiempo y seguir dando de qué hablar cuando todo parece dicho. Esto es válido también para San Carlos de Bariloche, un clásico de la Patagonia argentina. La Cueva, bautizada así por sus dueños, es uno de los lugares que hoy está en boca de todos, tanto de los locales como de quienes visitan la ciudad y quieren conocer los atractivos que tiene Bariloche. Su eslogan, “La Cueva, food and nature experience”, habla de una experiencia gastronómica y natural, los dos pilares de este nuevo emprendimiento que cuenta con distintas opciones para que los visitantes disfruten de la montaña a cualquier hora del día.
Las travesías diurnas brindan la posibilidad de formar parte de una expedición guiada por el cerro Catedral a bordo de cuatriciclos y motos de nieve. Estas excursiones atraviesan bosques de lengas nevados y arroyos (algunos congelados) hasta llegar a una altura de 1.400 metros sobre el nivel del mar. Durante el recorrido se obtienen vistas panorámicas hermosas de toda la zona. Es una forma de conocer un cerro Catedral distinto, a lo que se suma la posibilidad de tomarnos un descanso y compartir un té entre amigos en un lugar único por donde se lo mire. Con la caída del sol y la llegada de la noche surgen otras posibilidades para acercarnos a la montaña. La idea es realizar también una travesía nocturna en motos de nieve y cuatriciclos disfrutando de los silencios y ruidos de la noche, y de la oscuridad del bosque. Luego de la travesía, hay un solo objetivo: llegar hasta el accidente natural que da nombre a todo este emprendimiento y que fue aclimatado y decorado de manera perfecta: una gran cueva. Allí se ofrece una de las mejores degustaciones de la cocina regional de San Carlos de Bariloche, en la que predominan ahumados, quesos, hongos, trucha, cordero, frutos rojos y chocolates. Una experiencia única en un ambiente incomparable, de esos que solo se ven en las buenas películas.