La Virgen de las Nieves tiene un lugar propio donde todos los años es visitada por sus seguidores que llegan en peregrinación para venerarla.
Fue fácil acceder a la gruta de la Virgen de las Nieves y grato comprobar el espacio generoso que se le ha ofrecido en una ladera de montaña en las afueras de San Carlos de Bariloche. La capilla fue realizada con piedra de la zona, rocas encimadas que cobijaban la imagen de la virgen. Subimos por una amplia escalinata de tres tramos con árboles añejos de troncos finos y altos que, a ambos lados, oficiaban de custodios del lugar. Nos llamó poderosamente la atención la cantidad de placas que han sido colocadas a lo largo de los años sobre la misma pared de piedra. De distintos materiales, con distinto formato pero con el mismo fervor todas decían: “Gracias”. Vaya uno a saber cuáles habrían sido las razones de todas esas personas que tras la ayuda concedida por la virgen volvieron para agradecerle por escrito. Estremecía pensar en los ruegos de cada uno de ellos. Sentimos que la fe y la gratitud en sí podían ser más grandes que el mismo milagro. Se veían velas encendidas o ya fundidas y flores naturales traídas de los jardines o artificiales. Cada una de ellas implicaba una historia de vida.
La virgen está entronizada en lo alto de la gruta, en un sector resguardado de la intemperie y por detrás de una reja y un vidrio sostiene al niño Jesús en sus brazos. Desde 1945 se halla enclavada en ese mismo sitio. Fue el jefe de la escuela militar de montaña quien en ese año la hizo construir luego de haber estado involucrado en un accidente automovilístico del que salvó su vida en forma milagrosa. A partir de ese hecho, la Virgen de las Nieves fue conocida por sus dones. También era visitada por aquellos que antes de concurrir a la montaña para escalarla, por deporte o por trabajo se acercaban a orar: “Madre de las Nieves, que como patrona protejas a tus hijos amantes de las actividades de montaña” “Y se oiga esta plegaria: salve Santa Madre de Dios, protege a los montañeros y que las benéficas nieves enriquezcan nuestros campos.” Según habíamos leído, Nuestra Señora de las Nieves es una antigua protectora mariana conocida desde la época de la fundación de Buenos Aires. Se la tiene como protectora de amenazas naturales y artífice de curaciones milagrosas. En el calendario católico apostólico romano, el día 5 de agosto se recuerda a Nuestra Señora de las Nieves. Todos los años en esa fecha se realiza una concurrida peregrinación de fieles que llegan a la gruta desde parajes lejanos a dar y ofrecer su corazón. Dicen que año tras año se incrementa el número de caminantes que llegan inclusive desde otras ciudades de la Patagonia para venerarla. Ha pasado a ser uno de los mayores movimientos cristianos en Bariloche. En la ciudad, otra imagen de la Virgen de las Nieves se encuentra en la iglesia catedral, en uno de sus altares laterales. Mientras le dedicábamos unos minutos a entender la fuerza del lugar, llegó una persona que se detuvo sólo unos instantes mirando hacia la virgen y se hizo la señal de la cruz. Por lo visto, sus adeptos llegan a la gruta en cualquier momento, sin esperar el día de la peregrinación. Meditan, rezan, dejan una oración. Sólo unos pocos minutos son suficientes para dejar su emotivo saludo de respeto. La fe mueve montañas. En este caso fue más que comprobable.