Cuando los grandes centros urbanos necesitan energía para iluminarse o para hacer funcionar los miles de aparatos eléctricos que dan vida a la ciudad, los mecanismos de la central se ponen en acción.
En el ingreso a la central hidroeléctrica, íbamos con la premisa de comprender cómo se fabrica energía. Los dos extremos eran la inmensa extensión de agua acumulada y los primeros cables de alta tensión que la conducirían a destino. Un inmenso paredón retiene los millones de litros de agua almacenados en forma de lago. Las clásicas rocas rojizas sedimentarias de la zona sostienen la obra en sus extremos; a un costado se encuentra el vertedero. Ese conjunto edilicio fue el punto de partida de la visita. Ingresamos al complejo con un casco de seguridad cubriéndonos la cabeza y allí la sensación fue de orden, limpieza y de pocos operarios en las inmediaciones. Desde el balcón interno del primer piso apreciamos las seis turbinas que dan vida a la central. Estaban en silencio ya que el sistema no las necesitaba en ese momento. Cada una de ellas es una intrincada maquinaria que funciona siguiendo la demanda. Las turbinas se veían como grandes tambores redondos de 20 metros de altura, de aluminio reforzado para que su elasticidad soporte las vibraciones a que son sometidas.
Las principales piezas de este enorme mecanismo se manejan por sistema electrónico y monitoreo por computadoras de última generación. En una oficina vidriada, varias decenas de pantallas con coloridos esquemas indicativos de las maniobras a realizar les indican a los técnicos cuándo deben arrancar y generar energía. El monitoreo constante permite que se activen alarmas para avisar de algún peligro, error o cambio imprevisto. Los desperfectos se solucionan allí mismo.
El sentido de las palabras
Dijo nuestro guía: “Una manera sencilla de entender el funcionamiento de una turbina es saber que es un motor hidráulico que aprovecha el agua que pasa por ella y produce un movimiento de rotación. Éste, transferido por su eje, mueve un generador que transforma la energía mecánica en eléctrica”. Nos aportó datos técnicos, históricos y anécdotas de la construcción de la obra en sí y de la construcción de la villa.
Villa El Chocón nació gracias a esta obra monumental de ingeniería aplicada a la energía eléctrica. Se convirtió en un pueblo fantasma cuando la obra finalizó.
¿Cómo trabajan? Una cantidad extra de energía es solicitada desde una gran urbe, Buenos Aires por ejemplo. El agua acumulada pasa por un túnel, se abren las compuertas y se pone en funcionamiento todo el mecanismo. Nadie se acerca; todo se indica por computadora. Vimos unas gigantescas grúas que corrían sobre unos rieles pesados. Eran para “mudar” la turbina con desperfectos hacia el sector de desmontaje y arreglar las fallas.
¡A trabajar, se ha dicho!
Cuando ya nos íbamos, escuchamos una sirena y una vibración muy fuerte: se había puesto en marcha una de las turbinas. Una gigantesca maqueta terminó de ilustrarnos el funcionamiento. Nuevamente en nuestro automóvil, recorrimos el coronamiento de la represa, cuyo núcleo es de arcilla, 86 metros por encima del río. Materiales porosos como arena, limo y piedra compactados permiten la fortaleza y flexibilidad que necesita. A los 2,5 kilómetros llegamos al mirador desde donde se divisa el vertedero y el río Limay nuevamente afinándose con su zigzagueante figura en su entorno habitual.
Quizá cuando encendamos nuestro equipo de aire acondicionado, recordaremos los pasos que esta fábrica de energía realiza para que nuestros veranos sean más accesibles.