Curiosidades de la naturaleza en pleno bosque siempreverde del parque nacional Queulat.
Estando en Puyuhuapi, nos preguntamos si habíamos visto algún ventisquero en nuestra vida. “No” fue la respuesta. Sabíamos que a pocos kilómetros de ahí se encontraba el Ventisquero Colgante del parque nacional Queulat. Era nuestra ocasión de ver uno de cerca y hacia allí fuimos.
No está muy lejos del pueblo; hicimos apenas 19 kilómetros por la Carretera Austral hacia el Sur hasta encontrar a mano izquierda el cartel de la CONAF que anunciaba el ingreso al parque nacional Queulat. Así como veníamos transitando la ruta en medio de una vegetación muy abigarrada, ingresamos al parque con la misma sensación de que los árboles nos servían de techo y nos protegían.
Bosque siempreverde, muy denso, con senderos bien marcados y carteles que indican las especies arbóreas y la casa del guardaparque, a dos kilómetros de la entrada. Charlamos con él para iniciar el recorrido por la reserva en forma ordenada.
El Ventisquero Colgante era nuestro primer destino, ya que nos habían hablado mucho de esa maravilla y no queríamos esperar para conocerlo. La senda que nos llevaría sale del sector estacionamiento del área de camping.
A caminar se ha dicho
De allí parten tres sendas marcadas y una de ellas, de 3,5 kilómetros, nos llevó a destino. Las plantas trepadoras aprovechan los troncos amigos para vivir sobre ellos y son infinitas las variedades de flores que se ofrecen a nuestra vista por todo el camino.
Nalcas y helechos enormes al inicio y cambios de tipo de vegetación de acuerdo a la altitud. Debimos pasar a través una pasarela por encima del río Ventisquero para encontrar el primer mirador de nuestra caminata. Luego, ante la presencia de la morrena y los carteles indicadores, supimos que faltaba poco.
Finalmente, subimos al mirador que nos mostraba esa maravilla colgante en todo su esplendor. No es fácil comprender que allí, en medio de ese bosque impenetrable, existan hielos eternos y que convivan con la humedad y exuberancia de vegetación que podemos tocar con la mano.
Desde el mirador en altura se divisa todo en su conjunto: un triángulo de nieve comprimida que se deja caer por deshielo; una cascada helada volcándose en ese callejón de rocas negras marcadas por surcos profundos, entre cordones montañosos.
Con los ojos del alma
Maravilla que la naturaleza nos ofrece, sólo hay que interesarse por encontrarla. Sentimos una enorme emoción por haber escuchado el consejo de no irnos de Puyuhuapi sin llegar hasta este rincón en medio de la selva y llevarnos de recuerdo esa vista imperdible.
En la misma área, se accede a la laguna Témpanos. Continuar su valle hacia la naciente del río Guillermo es sólo para excursionistas experimentados y se deberá solicitar permiso al guardaparque.
Gran parte del parque nacional Queulat se puede conocer con auto, pero lo más representativo, agreste y desconocido se hace caminando. Se caracteriza por ser un muestrario de glaciares con ventisqueros que están en constante movimiento.
Es interesante la variedad de caminatas y trekking que se pueden realizar a lo largo y ancho de esta reserva natural recorriendo espacios inaccesibles de otra manera. Hay sectores habilitados para camping y también para merienda (diurnos). Fuera del parque, sólo en áreas particulares en la ribera norte del lago Risopatrón.
Supimos que la flora y fauna presentan gran variedad de especies en el parque. Aves y mamíferos que viven en libertad a lo largo y ancho del parque. Pero más allá de los pájaros que gritaban asustados por nuestra presencia y unos patos que jugueteaban en una laguna, no pudimos detectar otros.
Despedimos el parque nacional Queulat y su ventisquero contentos por haber disfrutado del entorno y de ese majestuoso espectáculo personalmente. Pudimos seguir viaje tranquilos.