Las faenas de la esquila de ovejas y doma de caballos son tradicionalmente las competencias más arduas. Las acompañan las hinchadas de cada paisano y cada estancia, y son la esencia de la fiesta.
Al llegar a
Río Mayo notamos un movimiento sorprendente. La Fiesta Nacional de la Esquila congrega muchas camionetas, gente a caballo, paisanos vestidos con sus atuendos típicos del campo y gran animación. El predio se distinguía desde lejos por la música, los voces y el clásico humo de los asadores. Llegaban vecinos de todas las latitudes y también personas como nosotros, ajenas al quehacer del campo, que deseábamos estar presentes. Ingresamos y encontramos una comunidad que dedica los 365 días del año a la sacrificada cría y esquila de las ovejas y que homenajea a los antiguos colonos que llegaron a la región con un pequeño rebaño como único equipaje. Según los relatos, en esas épocas viajaban a
Comodoro Rivadavia una vez por año para vender la lana y comprar provisiones. Familias enteras vivían lejos de las ciudades e impusieron su fuerza contra las adversidades del clima y la soledad, buscando un futuro para ellos y sus hijos. Escuchamos decir: “Con la espalda encorvada por el esfuerzo, enfrentamos nevadas, ventarrones y aguaceros; echamos a los carneros en el momento preciso; esperamos que no se pasmen los corderos recién nacidos con alguna nevada atrasada. Pelamos ojos, señalamos, cortamos colas y finalmente llega la esquila. Es el momento de la cosecha, de recibir la paga por todo el sacrificio del año. Por eso lo celebramos con esta fiesta”.
Marca registrada de la Patagonia
En cada momento significativo de las tres jornadas, aprendimos acerca del simbolismo propio de la actividad: el vellón, la tijera, el peine o el hilado. Una de las mayores sorpresas fue descubrir que además de ovejas en la zona, se esquila el guanaco. Pudimos apreciar una demostración de esa tarea y de la fina hebra con que luego se tejen delicadas prendas. La polvareda anticipó el ingreso de las agrupaciones gauchas engalanadas para la ocasión. Las jóvenes con sus caritas aniñadas y cuerpos esbeltos esperaban ese momento tan especial en que el jurado nombrara a la Reina Nacional y Miss Vellón. Probamos el apreciado corderito patagónico. Los paisanos cortaban un trozo de carne directamente del asador. Lo saboreamos con su misma sencillez, sin necesidad de plato: a puro cuchillo y pan. Durante el concurso de esquila, las famosas tijeras bailaban en mano de los esquiladores expertos. Destreza y rapidez se pusieron de manifiesto en cada uno de ellos, aunque solo uno ganó. Varias mujeres demostraron estar a la par de los hombres. Los participantes mostraban orgullo por haber participado tanto con la vieja técnica de la tijera como con la nueva modalidad a máquina con peines. Esta técnica ha mejorado el trato de la lana y del animal, lo cual llevó a mejores precios en el mercado lanero. No podía faltar la jineteada en sus categorías grupa sureña y bastos con encimera, y el concurso por la mejor soga y el mejor caballo. Los protagonistas se medían entre sí y discutían acerca de las tropillas traídas para la ocasión luciendo sus mejores “pilchas” gauchas. Los payadores acompañaban con sus versos improvisados, agregando color al espectáculo, muchas veces para alentar a los concursantes y otras para hacer despertar una sonrisa de los presentes con sus picardías. En el escenario se lucían artistas locales y nacionales de gran nombre y en el baile popular, casi sin querer, nos sumamos al revoleo de pañuelos. La alegría duró hasta el amanecer. Confirmamos que nuestras tradiciones de campo están intactas. Mientras haya costumbres arraigadas de generación en generación, no decaerán sus valores y podremos mostrarlas al mundo. Como anfitrión entusiasta, Río Mayo festejó “a lo campo” un año de duro trabajo rural y lo compartió con sus visitantes.