El recorrido se realiza por vías marítimas en las que se funden los océanos Atlántico y Pacífico, plagadas de historias y leyendas de naufragios y piratas.
El Stella Australis es un crucero de expedición pronto a iniciar su travesía por mares bravíos al sur de la ciudad de Ushuaia. A lo largo de varias jornadas pasea su majestuosidad y, con su servicio esmerado, ofrece desembarcos programados, paisajes cambiantes y puestas de sol únicas. En puerto, conocimos la que sería nuestra casa flotante. El Stella Australis tiene capacidad para más de 200 pasajeros y, una vez a bordo, ubicamos nuestras pertenencias en la cabina asignada y nos aprestamos para zarpar. Sus ventanales generosos nos permitieron observar por unos minutos cómo se iba alejando la ciudad de Ushuaia, sus calles céntricas y las montañas. Luego de inspeccionar nuestra habitación decorada con estilo náutico, dimos una vuelta por el barco. Reconocimos sus cubiertas y sus bien diseñados salones comedor y de estar, con mobiliario cómodo y elegante que preveían una estadía placentera. Nos invitaron a compartir la primera cena, acompañada por los últimos resplandores del sol. Mientras dormíamos la embarcación se meció con fuerza. Por el canal Murray pasamos frente a la bahía Nassua, las islas Wollaston y L´Hermite y nos aproximamos al famoso cabo de Hornos. En ese punto, en tiempos pretéritos navegantes intrépidos al mando de navíos precarios peleaban contra el mar bravío. El Stella Australis hizo frente a ese torbellino marino y seguimos
Al amanecer del segundo día, luego de desayunar y equipados con ropa impermeable y botas de trekking, nos preparamos para abordar un bote zodiac. Navegaríamos hasta la isla de Hornos para desembarcar en un sector abrigado de los vientos; ascendimos por una escalinata hasta un monumento que homenajea a los navegantes perecidos en ese área marina. Casi en silencio, nos sumamos al recuerdo. De regreso en el barco, aprovechamos el tiempo libre para entretenernos en la sala de juegos y tomar una copa en el bar. Participamos de charlas y audiovisuales ofrecidos por la tripulación acerca de las historias y leyendas surgidas de este entorno geográfico, en los que se incluyeron fauna, flora y aborígenes. Un nuevo desembarco nos hizo conocer la bahía Wulaia, en la que alguna vez vivieron los indígenas yaganes. Nos recibió su playa rocosa desde donde tomamos un sendero selvático que nos condujo a un sector alto con una vista panorámica espléndida. Es residencia habitual de gaviotas y cormoranes y los vimos revolotear en bandadas. Al inicio del tercer día, atravesamos un laberinto de canales como el Brecknock y Cockburn, con islas cubiertas por rocas y vegetación baja. Navegamos por el seno Chico, el frente del glaciar Plüschow y llegamos al glaciar Águila. Nuevamente sobre los zodiac llegamos a esta última masa de hielo y bajamos a tierra maravillados por el origen de esta formación de 50.000 años de existencia. Al llegar la cuarta jornada, conocimos la isla Magdalena, por la que caminamos hasta una colonia de pingüinos y el faro. De ahí en más, iniciamos el último tramo de navegación que nos dejaría en Punta Arenas, en Chile. A lo largo de los días nos ofrecieron comidas compuestas por excelentes platos regionales y, en especial, frutos de mar acompañados por buenos vinos chilenos. Desayunos y meriendas también fueron apreciados por su variedad, gusto y abundancia. Nos despedimos de los compañeros de aventuras, de la tripulación, y agradecimos haber optado por este viaje tan singular por canales marítimos de una belleza indiscutida.