Reconocido internacionalmente por sus aguas blancas, en el río Trancura se puede hacer rafting grado III y IV. Para principiantes avanzados, diversión asegurada.
Si vas a Villarrica o a Pucón, no podés perderte el rafting del Trancura. Es el río más popular para practicar este deporte, no sólo por sus rápidos de aguas claras sino por la belleza de su entorno natural. En Pucón, me contacté con Willy de Sol y Nieve, que rápidamente me reservó un lugar, y a la mañana siguiente, con traje de baño y protector solar, estaba en la oficina de O'Higgins para encontrarme con los guías. Después de cargar los equipos, recorrimos 15km fuera de la ciudad para llegar hasta las aguas blancas del Trancura. Es uno de los ríos más importantes del sector andino chileno y el principal afluente del lago Villarrica. Nace en el lago Quillelhue cerca del volcán Lanín, justo en la frontera con Argentina, y kilómetros más abajo, al recibir los caudales de los ríos Turbio y Licura, produce grandes olas. Su curso, con más de 30 metros de ancho, baja de este a oeste serpenteando un paisaje agreste, rodeado de cañadones y valles. Entre Catripulli y Llafuica, como en las áreas cercanas a la desembocadura, se puede practicar pesca deportiva. Y desde 1987, se realizan las bajadas de rafting, que se dividen en tramos de acuerdo al grado de dificultad de sus rápidos.
El Trancura bajo posee rápidos de grado III y brinda una buena opción para principiantes y familias que quieren divertirse con sus chicos, en una hora y media de aventura en el río. El Trancura alto es otra cosa. Y ése habíamos elegido.
Para los más intrépidos
Ni bien llegamos a la orilla, los guías nos dividieron en dos grupos y nos ayudaron a prepararnos. Ya provistos del traje de neopreno, las botas, el chaleco salvavidas y el casco, nuestro guía llamado Jorge nos dio una breve charla técnica. En mi equipo estaban Ginny, Pete y Nilam, tres chicos estadounidenses que viajaron para sus vacaciones al sur de Chile. Como todos habíamos hecho rafting alguna vez, repasamos las consignas generales y Jorge nos comentó las características del río. El Trancura alto comienza con suavidad pero, a medida que avanza, los rápidos adquieren más fuerza. Estábamos listos y ansiosos así que empezamos a remar. Me había sentado adelante junto Ginny, haciendo alarde de nuestra valentía, pero sabíamos que iba ser difícil y que nos esperaban tres horas en el río. Nos acompañaban los kayaks de seguridad y, mientras practicábamos las maniobras, uno de ellos intentó tirarme, pero no pudo. Yo esperaba que el río tampoco tuviese suerte. Los primeros rápidos no presentaron mayores dificultades pero en los tramos siguientes la corriente era bastante fuerte y nos costó dominar la balsa. Gracias a la pericia de Jorge, que nos dirigía y nos exigía resolver las maniobras con agilidad, logramos sortear sectores irregulares con pendientes y rocas que sobresalían del curso de agua. Cuando ya nos habíamos habituado al comportamiento del río, llegamos a la parte final conocida como la Última Sonrisa. Bastante técnico y con grandes hoyos de aguas altas, pudimos pasar algunos rápidos pero después Jorge nos explicó que el último estaba muy peligroso, porque el nivel era relativamente bajo y podíamos encallar. Así que nos acercamos a la orilla para terminar la bajada y seguir caminando por el borde del Trancura con nuestros remos en mano. Jorge tomó la balsa y continuó sólo sin mayores problemas. Nos encontramos en la base al borde del río, exhaustos pero fascinados con haber superado el Trancura Alto. Sin dudarlo, cuando vuelva a Pucón volveré a bajar este clásico.