La buena mano de su chef y la calidad de excepción de los ingredientes son esenciales para lograr platos perfectos.
En Villarrica, Mesa del Mar se ha convertido en un clásico de la gastronomía. Su salón amplio de estilo marino y los años de experiencia de su dueño y chef han logrado un sitio familiar, sin lujos. La base son los productos preparados en el momento, con elementos naturales y, lo que es esencial, la frescura de sus pescados y mariscos. Recomendados por amigos, llegamos al restaurante ansiosos por disfrutar de un almuerzo especial. Ya ubicados y con la carta menú en mano, tuvimos un primer acercamiento a la lista extensa de posibilidades. El resto lo consideramos junto al mozo para finalmente optar por platos de preparación sencilla, casi sin condimentos, como para comprobar los sabores auténticos de cada componente. En nuestro caso, como plato principal nos decidimos por salmón a la plancha, rociado con aceite de oliva con aceitunas negras y papas doradas. Mi compañero pidió una cazuela de mariscos que traía picorocos, congrio, choritos, navajuelas, almejas, camarones y locos con un condimento suave que permitió percibir las distintas texturas. Acortamos la espera de unos 15 minutos con un plato de camarones, que acompañamos con un clásico pisco sour, trago tradicional chileno para cualquier hora del día.
Tuvimos ocasión de conversar con Adolfo Aravena, dueño y chef de Mesa del Mar, quien nos contó su trayectoria personal. Nació en una familia de cocineros y fue aprendiendo en cursos especializados, pero rescata: “Mi mayor aprendizaje lo hice con la práctica de muchos años de dedicación junto a las ollas y sartenes de la cocina”. Antes de abrir este local con su señora Jenny, trabajó para restaurantes afamados de Argentina y tuvo otro emprendimiento en Pucón. Lleva adelante un estilo propio en el que se destacan los productos de la zona. Como lo hiciera su propia mamá, resalta los sabores originales de cada elemento con el agregado de ajo, aceite de oliva, cochayuyo (alga), merken o alguna salsa simple, sin cremas ni salsa blanca en lo posible. Recibe productos frescos de Valparaíso, de Mehuin y de Puerto Montt y la carta se arma en base a lo que se obtiene en cada época del año, de acuerdo con la veda. Saboreamos sin apuros nuestro plato acompañado de un vino chileno de buena marca. Terminamos con un postre fresco que combinó la textura de una papaya con helado, todo flambeado con curazao. Mientras, el salón se fue llenando de comensales, entre locales y turistas. Con un bajativo, despedimos ese espacio de grandes ventanales a la calle, con una decoración marina muy delicada en colores blanco y azul y redes de mar a modo de cortinados. Satisfechos por el almuerzo exquisito, prometimos hacer lo mismo que nuestros amigos: recomendar Mesa del Mar a alguien más.