Adrenalina en una excursión de cuatro horas de duración en la cual nos hicimos cargo del volante de una moto para nieve para conocer las afueras de la ciudad.
Nuestra primera visita a
Caviahue tuvo como objetivo conocer sus pistas de esquí. Son magníficas, muy tranquilas y para toda la familia. Supimos que existían diversas actividades paralelas y decidimos agregar adrenalina a nuestras vacaciones tomando una excursión con moto de nieve para conocer el pueblo oculto de
Copahue. El día se presentó perfecto. La distancia por ruta entre Caviahue y Copahue es de 17 kilómetros. Las motos aprovechan su ligereza, agilidad y destreza sobre la nieve para cortar camino. Todo es blanco y pareciera que nadie ha transitado antes que nosotros.
Aprestando los motores
Tomamos contacto con las coloridas motos en las que haríamos nuestra travesía. Los primeros minutos los dedicamos a conocer su funcionamiento. Acelerador y freno únicamente y el secreto es mantener el balance entre velocidad y estabilidad. No hace falta estar entrenado para andar en ellas. Partimos dejando a la derecha el lago Caviahue y nos internamos de a poco en la montaña virgen. Abel Valdebenito fue nuestro guía, es baqueano y conocedor de estos parajes. Primer tramo, de ascenso, sorteando algunas piedras enormes, unas pocas hondonadas y manteniendo la formación del grupo. Resultaba imposible intercambiar comentarios con nuestro vecino de moto. Nos fuimos acostumbrando a su potencia en movimiento.
Los esquíes delanteros se deslizaban suavemente subiendo y bajando de acuerdo al desnivel del terreno; la parte trasera tiene una oruga. Hicimos varias paradas para observar el paisaje desde lo alto, sacar fotos y ver que todo estuviera en orden para continuar. Seguimos subiendo.
Moviendo la cintura
Para mantener el equilibrio, el cuerpo se movía constantemente de derecha a izquierda de acuerdo al peralte de la montaña y las curvas a encarar. Miramos siempre a Abel y sus movimientos para afirmar el costado de la moto que hacía el esfuerzo en la maniobra. Algo sabíamos acerca de la villa de Copahue, centro termal que sólo funciona de diciembre a abril. En invierno, este pequeño poblado queda deshabitado porque las fuertes nevadas cubren completamente las construcciones. Hicimos un alto al llegar a una hostería abandonada que albergaba el personal de gendarmería en verano hace mucho tiempo. A su lado, la primera de las lagunas termales, conocida como Las Máquinas, nos invita a un rápido baño.
Estacionamos las motos y algunos hombres decidieron probar las bondades de las aguas y barros termales; unos muchachos ya estaban en la laguna sumergidos hasta el cuello. Algo que no estaba en los planes originales y que agregó placer a la excursión. En el suelo se ven pequeños pozones de los que surge agua termal a mucha temperatura. Producen burbujas y vapor, se llaman fumarolas y fue increíble verlas en medio del campo nevado. En un costado hay una sala que llaman El Infiernillo: aprovecha el vapor de la tierra y es bueno para problemas respiratorios y bronquiales. Otra vez sobre las motos surcando la nieve en polvo, encontramos una pequeña torrecita de hierro antigua con un cartel de cada lado que indicaba “Argentina” y “Chile”. Era un hito, un mojón de color naranja, y marcaba el límite entre los dos países. En las inmediaciones encontramos una oficina de Gendarmería Nacional, donde dimos nuestros nombres y charlamos con su personal para saber cómo viven en su aislamiento invernal.
En destino
Otro trecho en nuestras motos de nieve y llegamos al mirador del pueblo de Copahue. Allí se tiene una imagen blanquísima de todo el entorno y sacamos muchas fotos. Abel aprovechó para contar: “cuando el invierno llega a su fin, tienen que habilitar de a poco el centro termal. Su personal va rehabilitando las instalaciones y afuera, Vialidad Nacional y Provincial se encargan de despejar las calles con topadoras”. Una pequeña bajadita y estacionamos al costado del principal edificio del complejo termal Copahue. Este centraliza las atenciones medicinales. Pasamos por encima de las pasarelas que muestran la reserva de agua termal y por el costado de la laguna del Chancho. Con su temperatura alta y constante ahuyenta la nieve. Alrededor, cabañas y hoteles sólo muestran la parte alta de sus techos. Abel dijo que en verano concurre mucha gente y todo es color y movimiento. También, que hay distintos tipos de baños, lugares de descanso y para realizar caminatas, todo al alcance de la mano. Despedimos este lugar, subimos a las motos y al mirar hacia atrás, una bruma constante casi grisácea nos despidió. Volviendo, apreciamos esa sensación de placidez que da el sonido de los esquíes sobre la nieve virgen. Contrasta con la sensación de volar cuando tomamos algo de velocidad o cuando viramos y dejamos una estela de nieve en el aire a nuestro paso.