Plaza Pagano alberga varios días de la semana un número importante de productores de artesanías realizadas con variados materiales que le dan una nota de color a la comarca andina del paralelo 42.
La Feria Regional Artesanal de El Bolsón ya se ha ganado un importante lugar entre las más conocidas y con mayor trayectoria de Sudamérica. En la plaza principal, muy cerca del cerro Pilltriquitrón, más de 100 artesanos ofrecen un muestrario de sus habilidades en sus coloridos puestos.
Habíamos escuchado que El Bolsón es sinónimo de feria artesanal donde hippies y habilidosos muestran sus obras de arte. Hacia allí fuimos dispuestos a ver de cerca sus puestos y personajes únicos.
Al recorrerla, admiramos trabajos realizados con lana, cuero y flores secas, a los que se sumaban los dulces caseros, los cuchillos forjados a mano y las velas artesanales de distintos tamaños y perfumes exquisitos.
Se puede simplemente transitar o degustar sus exquisitos productos regionales como la cerveza artesanal o la fruta fina que se ofrece en la época estival. El lugar se llena de colores, perfumes y expresiones de gran valor artístico y uno se siente como de fiesta atraversando su largo corredor en la calle.
La música también se hizo presente y desde lejos fuimos percibiendo el sonido de un tambor que sonaba con ritmos afroamericanos. Cuanto más nos acercábamos, más se sentía el tamborileo sobre el parche hasta que finalmente la delgada figura de un músico nos recibió con una sonrisa en la boca.
Imposible dejar quietos los pies o dejar de tararear las estrofas que provenían de ese puesto. Se sumaron acordes de guitarra y flautas y la cordialidad de esos músicos hizo que nos detuviéramos a escucharlos por unos minutos. Con gran agilidad en sus dedos, uno de ellos repiqueteaba su bongó. Parecía poseído por el ritmo vertiginoso y nos sentimos contagiados por ese ritmo incesante.
Más adelante, un tallador daba golpe tras golpe con su martillo sobre un trozo de madera de color y textura inigualables. En pocos minutos la transformó en una hoja de lenga en relieve. Muy cerca una señora tejía y tejía a un ritmo armonioso sin sacar la vista en sus agujas mientras un pulover iba aumentando su largo e iba engrosando la lista de prendas para vender.
En un momento de la caminata, prestamos atención a la gran cantidad de visitantes que hacían el mismo recorrido que nosotros. A paso lento, todos admiraban las artesanías expuestas y se dejaban tentar por uno y otro elemento ofrecido.
Los perfumes de sahumerios, velas y fruta se mezclaban en un dulce aroma que hacía más agradable aun el recorrido. Los turistas y los artesanos pasaban a ser todos parte de un mismo todo: la feria estaba viva. Hace más de 30 años que este ritual se ofrece a quienes quieran disfrutarlo y permitan que sus sentidos queden envueltos en ese adictiva fantasía que ofrece la feria.
Mientras pensábamos en ello, íbamos desandando el paseo hasta concluirlo en el mismo punto en el que lo iniciamos, pero ya habíamos agregado esta experiencia maravillosa y nada sería igual.