Afamadas Semanas Musicales

Tras 45 años de vigencia como evento cultural, las Semanas Musicales de Frutillar constituyen un festín de buena música. Cada temporada el Teatro del Lago, espléndido espacio dedicado al arte y ubicado sobre el espejo del lago Llanquihue, espera un público cautivo que a lo largo de diez días llena sus salones. El festival incluye en su programación música de distintas épocas y autores, que es ejecutada por afamados directores e intérpretes nacionales y extranjeros. Se incluyen orquestas sinfónicas, conjuntos de cámara, coros e interpretes solistas. Desde el momento en que ingresamos a cada uno de los conciertos, respiramos una atmósfera de serenidad y estima hacia los artistas que harían su ingreso. Con el programa en mano, apreciamos por unos instantes la enorme caja de resonancia de la sala; cuando los intérpretes junto a sus instrumentos se ubicaban delante de sus atriles, nos dejamos llevar por las sensaciones que surgieran de nuestro interior.

Cada cual atiende su juego

Cerramos los ojos ya que no era necesario verlos, solo sentirlos y admirar la ejecución de sus afinados instrumentos. La partitura establecía contrapuntos y les otorgaba protagonismo a unos y otros alternativamente. ¡Impecable! Con un público en silencio absoluto, los músicos se invitaban los unos a los otros a danzar entre aires de corcheas, fusas, semifusas y silencios. Cada uno atento a su partitura pero dejando que sus ojos se buscaran mutuamente para el logro de esa unidad indispensable donde los acordes no compiten sino que se suman y restan armoniosamente. Sus cuerpos no permanecían quietos; vivían la música y bailaban con ella, aunque permanecieran sentados en su silla. Nuestras manos deseaban expresarse tras cada obra pero el aplauso debía llegar al final, para no interrumpir. La sala Anfiteatro está conectada visualmente con el espejo de agua del Llanquihue y la figura del volcán Osorno, con su cumbre nevada y un leve halo de nubes casi constante. Eso le ofrece a los espectadores un adicional único: la presencia del paisaje. La sala mayor del complejo, el Espacio Tronador, es de una amplitud y belleza únicos y puede albergar casi 1.200 personas sentadas. De piso a techo, todo ha sido realizado con madera y la continuidad de los espacios está dada por las líneas curvas en escenario, hileras de butacas y bandejas altas. Las Semanas Musicales tienen una historia apasionante, ya que en sus inicios se llevaban a cabo en el interior de las iglesias católica y luterana y el gimnasio municipal locales. Con el paso de los años, se hizo imperioso contar con espacios más amplios y propios para seguir adelante con los tradicionales conciertos.

Caja de resonancia

Se concreta entonces la construcción del Teatro del Lago, un complejo arquitectónico con tecnología de última generación que cumple con exigentes estándares internacionales. Sus condiciones acústicas de excelencia hacen que el sonido se amplifique y el espectador pueda ubicarse en cualquier ángulo, ya sea para conciertos filarmónicos, opera o ballet. En su estructura externa de madera y cristales, guarda similitud con las primitivas construcciones de los inmigrantes alemanes; de alguna forma los homenajea. Varias salas adicionales se adecuan así para dar cursos y talleres de distinta índole, promoviendo el desarrollo de la cultura, la educación y la creatividad. Conversar con uno de sus inquietos artífices fue un regalo extra a nuestras aspiraciones. Es así como en un aparte con la presidente de la Corporación Cultural Semanas Musicales, la señora Flora Inostroza, conocimos su aplomo, idoneidad y entusiasmo puestos a prueba desde el origen de las Semanas Musicales. Conocedora de los distintos aspectos de la organización, nos contó con detalle cómo se realiza la selección de los artistas elegidos cada año. “Existe una normativa y una exigencia ante la presentación espontánea de los artistas que dejan sus antecedentes curriculares. El programa definitivo se realiza en base a la diversidad y eso lo sugiere el mismo público, que siempre hace saber qué quiere, qué espera. Es evidente que se viene logrando la presencia de gente joven entre el público auditor y ello permite la continuidad. Asombra saber la gran cantidad de intérpretes y personas que llegan desde países muy lejanos para acompañarnos cada año.” A la salida de un concierto nocturno, las luces del teatro se reflejaban en el lago y se escuchaban los acordes de una gaita. Un músico nos deleitó con sus notas durante un largo rato bajo el frío y las estrellas sureñas, para que la noche mágica no terminara. Durante esa semana, las actuaciones de mediodía, vespertinas y nocturnas se sumaron a las de extensión para que ciudades cercanas en el sur chileno se nutrieran de la mejor programación con entradas liberadas. Una corta recorrida por la costanera nos permitió observar significativos símbolos musicales, un regalo que los patrocinadores realizaron a Frutillar para integrarlo a la música. El odeón, la glorieta, el piano de cola símil Steinway son solo algunos de esos aportes ornamentales realizados año tras año y que son apreciados por quienes pasean por allí. “Todo tan bien afinado como el mejor de los violines”, así recibe Frutillar la presencia de las Semanas Musicales y todo el pueblo trabaja por una ciudad con alma.