Dentro de las tantas atracciones que posee la pesca con mosca aparece una que goza generalmente de una sonrisa por parte de todos los mosqueros: vadear un río.
Vadear un río no es otra cosa que caminarlo aguas abajo, es decir, a favor de la corriente, logrando con ello pescarlo en distintos lugares y accidentes naturales donde, intuimos, está el gran pez que buscamos. A medida que el pescador avanza, encuentra correderas, grandes piedras, pozones y remansos, accidentes naturales que le van marcando la presencia o no de peces.
Caminar el río es algo mágico para el pescador de mosca. Algunos aseguran que aquí aparece el verdadero espíritu de la modalidad.
Para vadear correctamente un río es necesario contar con el equipo adecuado. Tanto por una cuestión de comodidad como de seguridad, existen ciertos elementos que no pueden faltarle al mosquero.
El wader es fundamental por las frías temperaturas que presentan las aguas patagónicas. Los hay de distintas calidades, costos y materiales. Desde los de látex, generalmente los más baratos pero menos durables; pasando por todo tipo de gomas y sintéticos, hasta llegar a los de neoprene, que aunque resultan los más caros, son los mejores y los que más duran.
El wader debe ser cómodo. Los hay ajustados al cuerpo u holgados, pudiendo el pescador realizar dentro de él la mayoría de los movimientos que haría normalmente si no lo tuviese.
La presencia de un buen cinturón externo permite muchas veces movernos mejor dentro del wader.
Tan fundamental como el wader son los zapatos o botines de vadeo. Sirven simplemente para poder caminar el río, algo que parece fácil pero que sin este tipo de elemento se torna imposible e insoportable. Y son, por supuesto, la base firme del pescador con mosca.
Dicho calzado se coloca sobre el wader y, gracias a su suela de fieltro, permite desplazarnos sin resbalar entre las algas, el musgo y las piedras bochas que constituyen el fondo de la gran mayoría de los ríos y lagos patagónicos.
Finalmente, el último elemento que no debe faltarle al mosquero es un bastón de vadeo. Sirve para detectar, a medida que se avanza, irregularidades en el terreno, como así también la presencia de zonas más profundas.
Por más que el agua no nos moje, no debemos olvidarnos nunca de que el agua está alrededor de nosotros. O mejor dicho, que nosotros estamos dentro del agua. Y junto a ésta, la corriente, el principal peligro para el pescador.
Por ello, no hay que introducirse en el agua de modo que ésta nos llegue más arriba de la cintura. Corremos el riesgo de resbalar y que se nos llene el wader de agua. No nos olvidemos nunca de que, por más que el wader sea lindo estéticamente, no deja de ser una bolsa que, en caso de llenarse de agua, se hunde. Y por supuesto, nosotros con ella…