Mientras el barco se desliza sin prisa, la costa occidental de Tierra del Fuego revela sus fiordos profundos y los islotes plagados de bosques y fauna marina.
El Estrecho de Magallanes y el canal de Beagle componen una dupla inseparable e inolvidable para quienes optan por una navegación por ese espacio del hemisferio Sur. Desde Punta Arenas una excursión de aventura en la motonave Stella Australis traslada a esa maravilla. De octubre a abril, en los meses más templados, la exploración de este sector despoblado acerca a áreas vírgenes con fauna y flora diferentes y glaciares milenarios. A su vez, se escuchan cientos de historias y leyendas de un pasado lejano de yaganes, piratas y naufragios. Formamos parte de una de esas salidas y, con mucha expectativa, nos presentamos en el puerto. Durante cuatro jornadas el barco sería nuestro hogar y, ni bien embarcamos y dejamos nuestras maletas en la cabina asignada, dimos una vuelta por su interior para conocerlo. Al inicio de la travesía nos acercamos al Seno del Almirantazgo, un golfo impactante entre montañas escarpadas. Nos preparamos para una bajada a tierra en Bahía de Ainsworth en los botes zodiac. Tuvimos la vista espectacular del glaciar Marinelli y, un poco más lejos, de una colonia de elefantes marinos.
La marcha continuó hacia los islotes Tuckers, en los que nos esperaban pingüinos de Magallanes que componen una colonia populosa. La nave puso proa hacia el sur hasta alcanzar el glaciar Pía. Una caminata breve nos llevó hasta un punto panorámico desde donde tuvimos una clara idea de la magnitud de ese campo de hielo. Al regresar al canal de Beagle, tuvimos ante nuestros ojos la Avenida de los Glaciares, donde los desprendimientos y los témpanos a la deriva hicieron del lugar algo único. De a poco, nos íbamos acercando a Ushuaia e isla Navarino. A esa altura de la navegación ya habíamos disfrutado del confort ofrecido por la embarcación tanto en su interior como en sus cubiertas. El crucero Stella Australis es de un alto nivel tecnológico, con excelente diseño y medidas de seguridad superadoras. Los trekking por ámbitos de gran pureza fueron un placer, muy bien organizados y con vestimenta acorde al terreno y clima que encontraríamos. Llegaba el momento de encontrar el hito más austral de la expedición, el Cabo de Hornos, donde los océanos Pacífico y Atlántico funden sus aguas. Avistamos ese promontorio rocoso y supimos que se lo considera el último punto terrestre en viaje hacia la Antártida. Otra vez sobre los zodiac llegamos hasta la bahía Wulaia y desembarcamos en este punto desierto que alguna vez pisara Charles Darwin. Cuando arribamos a la ciudad de Ushuaia, fin de la aventura, observamos sus calles empinadas y su ubicación por delante de los cerros. Antes de descender a puerto, repasamos mentalmente los paisajes recorridos, los fiordos insondables, los hielos incontaminados, y nos sentimos satisfechos de la elección realizada. Dejamos atrás esta ruta oceánica tan bella como inhóspita que nos había proporcionado momentos impactantes que no olvidaríamos.
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