El medio ambiente y la mano del hombre han sabido cobijar hermosos rincones que entremezclan naturaleza y arquitectura. Descubrilos junto a nosotros.
A 140 kilómetros de Pucón se encuentra la red navegable de mayor extensión de Chile. Los 250 kilómetros que conforman esta red fluvial y que circundan de alguna manera la ciudad de Valdivia, deleitan a sus visitantes con la particular belleza de su entorno nativo que, sumado a su historia, hacen del lugar un destino turístico por excelencia.
El viaje
Con esta información partimos hasta la “ciudad de los ríos”: Valdivia. En Pucón tomamos la línea de autobuses JAC, que se encargó de llevarnos hasta el destino. Las excelentes rutas, auto-vías y señalización que conectan a ambas ciudades, permiten un veloz desplazamiento de los buses que, a decir verdad, no son aptos para cardíacos. En reiteradas ocasiones, nos vimos en la necesidad de solicitarle al conductor –émulo de Schummacher– que bajara la velocidad, ya que el objetivo de todos era disfrutar del viaje, sin ningún tipo de apuros. Gracias a Dios, entramos a la ciudad por el puente Calle Calle. Un tanto disgustados por la odisea vivida durante el viaje, nos fuimos derecho al hotel Melillanca, donde teníamos la reserva.
Como era de noche, decidimos cenar en el restaurante del hotel y dejarnos cautivar por la ciudad a la mañana siguiente. Más serenos, nos dispusimos a disfrutar de las reconfortantes habitaciones del cuatro estrellas. Una ducha caliente y los mullidos almohadones de la cama king size fueron suficientes para quedarnos profundamente dormidos.
Recorriendo la ciudad
A la mañana siguiente, los destellos del sol sobre el río Calle Calle nos auguraron una hermosa jornada que, sumada a la actividad que teníamos planeado realizar, conformaría una experiencia inolvidable. Desde la recepción del hotel nos pusimos en contacto con la agencia de turismo que se encargaría de llevarnos a conocer la ciudad y sus alrededores. Bien puntual, a la hora acordada nos pasó a buscar el transfer. Así conocimos a Alex, el guía responsable de la excursión. Salimos por la avenida Arturo Pratt, también conocida como Costanera. Es el principal paseo peatonal de la ciudad. Se encuentra junto a la ribera del cauce del río Calle Calle. A medida que transitábamos, vimos el astillero de Valdivia, y Alex comenzó con su explicación acerca de la ciudad. “El nombre de la ciudad recuerda a su fundador, Don Pedro de Valdivia, quien el 9 de febrero de 1522, luego de observar las bondades del lugar, decidió poblarlo. La navegabilidad y hermosura de los ríos Calle Calle, Cau Cau, Cruces y Valdivia, que bordean la ciudad, le otorgan una personalidad atractiva y la convierten en la única y auténtica ciudad fluvial de Chile.” –explicó el guía.
Rutina valdiviana
Pronto estábamos parados en el punto donde llega el río Cau Cau, que rodea la Isla Teja. Continuamos por la avenida Pratt y a los pocos metros descendimos del transfer. Fuimos a conocer la feria fluvial. Apenas comenzamos a transitarla, los vendedores se abalanzaron sobre nosotros ofreciéndonos sus productos. El intenso olor a pescado fresco se percibía en todo el ambiente. “Hay salmón, merluza, pejerreyes, corvinas, mariscos ahumados, y cholgas” –pregonaban los encargados de los puestos. Probamos la murta, una especie de fruta silvestre no cultivable, mientras del otro lado de la costa alcanzábamos a observar al Museo Histórico de Valdivia y al Museo de Arte Contemporáneo. Del mercado fluvial nos fuimos para la avenida General Lagos hacia el barrio más antiguo de la ciudad. Paramos en el Torreón del Canelo, una especie de puesto de vigía, que usaron los españoles en época de la colonia para protegerse de los mapuches. Éste fue construido en el siglo XVII y restaurado por Ambrosio O´Higgins en el siglo XVIII. “Defendió la entrada de la ciudad del corsario o del aborigen que quiso atacarla. Hoy es un mudo testigo de un glorioso pasado que exige para Valdivia un destino inmortal.”, reza la placa ubicada sobre sus muros. Las casas de Valdivia presentan una arquitectura antigua de origen alemán, ya que la ciudad recibió una importante ola inmigratoria al finalizar las dos guerras mundiales. Al transitar por sus calles destacamos la limpieza urbana que se percibe. Pronto nos encontramos en el sector de las mulatas, donde predominan las construcciones de este origen. Gracias a su puerto, Valdivia tuvo un auge importantísimo hasta 1960, cuando un devastador terremoto y maremoto azotó su ribera, llevándose muchas de las industrias que estaban emplazadas en el sector. Volvimos a la zona del centro de la ciudad. Pasamos frente a la Iglesia de San Francisco y la Catedral. Una nueva parada en la avenida Ramón Picarte nos invitó a conocer la Plaza de la República. En ella, una gigantesca glorieta ubicada en el medio, era utilizada por grandes y jóvenes como sitio de descanso y sosiego.
Un jardín entre montañas
Continuamos nuestra marcha por la calle Bernardo de O´Higgins y cruzamos el puente Pedro de Valdivia, con dirección a la isla Teja. Sobre la isla se encuentra el campus de la Universidad Austral de Chile y el Jardín Botánico de la ciudad. En este pintoresco predio pudimos apreciar una variada muestra de especies autóctonas y exóticas. Alex nos enseñó sobre las especies que paso a paso fuimos descubriendo. Observamos panaceas, cedros mediterráneos, coihues, cipreses, laureles, pinos, helechos arborescentes, álamos, acacias y plantas correspondientes al bosque magallánico, además de la habitual selva valdiviana. Finalmente, decidimos alejarnos de la civilización. Del Jardín Botánico tomamos la ruta costera que nos conduciría hasta Niebla, donde apreciaríamos la mágica línea del horizonte al descansar nuestros sentidos observando el esplendor del océano Pacífico. Rápidamente comenzamos a cruzar el litoral, por la ruta que conecta a Valdivia con Niebla. Atravesamos puentes, muelles, hasta que el río Cruces se une con el Calle Calle, formando el río Valdivia.
Fuertes de la historia
Ya en Niebla, frenamos en el fuerte homónimo, conocido también con el nombre de Pura y Limpia Concepción de Monfort de Lemus, donde fuimos invitados a descubrir las huellas de tres siglos de historia y la parte fundamental del sistema de defensa de Valdivia, frente a las ambiciones de corsarios y piratas durante el siglo XVII. Recorrimos su interior y observamos objetos arqueológicos, banderas de la época y una réplica exacta de un soldado español. Prestamos especial atención a sus cañones y muros. Los primeros son originales, siendo fundidos en España durante la primera mitad del siglo XVII y traídos a su ubicación actual vía estrecho de Magallanes. Para los segundos, el material utilizado fue la piedra cancagua, pegada con cal y canto, una técnica de construcción que les permitió alcanzar su altura actual.
La infinidad del horizonte
Finalmente, culminando nuestro recorrido, Alex nos llevó a conocer los balnearios que se riegan sobre la costa del Pacífico. Así pasamos frente a las playas de Los Molinos, San Ignacio, Calfuco y Curiñanco. Nos deleitamos observando la rompiente del bravío océano, que en el ir y venir de sus olas nos regalaba el esplendoroso blanco de su espuma. Luego de recorrer la costa local, emprendimos el regreso a la ciudad de Valdivia, no sin antes frenar en
la fábrica de cerveza Kunstmann, donde además de degustar la exquisita bebida artesanal, conocimos algunos de los secretos que le han valido el reconocimiento internacional.