A escasos kilómetros del centro, tuvimos la oportunidad de realizar una cabalgata por el centro de esquí de Cerro Bayo para alcanzar hermosas vistas.
Para realizar esta excursión, nos trasladamos hasta la base de la montaña, que se encuentra a sólo 9 kilómetros del centro de
Villa La Angostura. Para ello, salimos por la Av. Arrayanes con dirección a
Bariloche por la ruta nacional 231 y, luego de recorrer 3 kilómetros, empalmamos a la izquierda con la ruta provincial 66 de ripio, donde recorrimos los 6 kilómetros finales para dar con el lugar. En la base del cerro Bayo, nos esperaba el guía baqueano que nos acompañó durante todo el recorrido mientras nos hablaba acerca de la flora y la fauna de la zona.
Los caballos que nos proporcionaron eran mansos y estaban acostumbrados a realizar travesías de montaña trasportando turistas que desean contemplar el fastuoso paisaje de la región. Estaban equipados con completos aperos de montar, que nos brindaron la comodidad suficiente como para disfrutar al máximo de la experiencia. Una vez que estuvo todo dispuesto y ya arriba de los equinos, salimos por una callecita rumbo al sector intermedio del cerro. Aquí lo importante es encontrar el ritmo del animal para que suba constantemente. Lo ideal es llevarlo al tranco para que no se empaque y frene en la mitad de la travesía. A medida que íbamos subiendo, el guía nos fue contando la historia de la fundación del centro de esquí, que es el único del país que pertenece a manos privadas. De a poco nos internamos en un sector boscoso donde la vegetación se hace más frondosa; estábamos atravesando un lugar que posee lengas y coihues centenarios.
Aprendimos que la barba que cuelga sobre las lengas es un liquen que solo se reproduce en las regiones donde no hay contaminación. Lo mejor es respirar hondo y aprovechar para inhalar el oxígeno que se encuentra en el máximo punto de pureza. Pronto descubrimos que el camino que transitábamos era una pista de esquí para principiantes utilizada durante el período invernal. La sendero zigzagueante nos condujo por todo el faldeo del cerro. El guía nos contó que hace unos años en la ladera de la montaña que está frente al cerro hubo un intenso incendio que quemó una considerable cantidad de hectáreas con lengas. Al observar bien, notamos el cambio de color de la montaña sobre su cúspide, además de apreciar restos secos o quemados de lo que alguna vez fue un denso bosque.
Casi sin darnos cuenta, pasamos por la zona intermedia del Bayo y reparamos en los medios de elevación, desde los que puede saludar un visitante. También observamos las maquinarias utilizadas durante el invierno para barrer y apelmazar la nieve de las pistas y nos percatamos del pasto plantado por la mano del hombre en un intento por afirmar el suelo contra la erosión. Continuamos la marcha, estábamos a más de 1.500 m.s.n.m. y para ese entonces la panorámica era impresionante. A medida que nos acercábamos a la cima del cerro, la respiración del animal nos hizo notar su agotamiento. Unos minutos más y alcanzamos los 2.000 metros, donde tuvimos una fantástica vista de toda la región. Al llegar a la cumbre, descendimos de los caballos, que se quedaron pastoreando y reponiendo energías para el retorno mientras nos trasladábamos por un pequeño sendero hacia el mirador del Cerro Bayo.
Allí la vista es única. El silencio y la sensación de tranquilidad mientras nuestra vista se pierde en el horizonte son asombrosos. Desde allí vimos las aguas cristalinas del lago Nahuel Huapi, y del otro lado la ciudad de San Carlos de Bariloche; más hacia la derecha está la isla Victoria, luego la península de Quetrihué y los distintos brazos del lago. Al frente, apreciamos la majestuosidad del cerro Tronador con las nieves eternas sobre su aguja. Hacia abajo observamos el ejido urbano de la villa y bien a la derecha alcanzamos a ver el lago Correntoso. Luego de unos minutos de contemplación y de unos buenos registros con la cámara fotográfica, regresamos con los caballos a la base del cerro, donde finaliza la excursión.