Cuenta la leyenda mapuche que Maivé, al verlo, se enamoró perdidamente de él. El hermoso ketri o arrayán forma un bosque único en la península de Quetrihué.
Al sudeste de la península de Quetrihué, se encuentra un tesoro natural del Parque Nacional Los Arrayanes. A orillas del lago Nahuel Huapi, se extienden cerca de 12 hectáreas de una magnífica concentración de arbustos mirtáceos gigantes, más conocidos como arrayanes. Del mapuche ketri, “arrayán” y hué, “lugar”, el bosque de la península posee características que lo convierten en algo único en el mundo: sus ejemplares ostentan más de 15 metros de altura y 400 años de edad. Tan añosos como bellos, sus anchos troncos están recubiertos por suaves y delgadas láminas que componen la fría corteza teñida de un delicado color canela. En la estación estival, sus pequeñas y exquisitas flores blancas visten las ramas para dejar paso en otoño a los frutos comestibles de color negro violáceo, usado por los indígenas para elaborar chicha (bebida alcohólica).
Navegar por las tranquilas aguas del lago hasta alcanzar este mágico rincón sorprende y hechiza en cualquier época del año. A bordo del Futaleufú, el catamarán que zarpa del puerto de Villa La Angostura, se remonta el curso del Nahuel Huapi por la bahía Mansa. En el área norte de la península crecen los cipreses, coihues, radales y ñires, además de notros, michay, chapeles y ciruelillos que forman matorrales cerrados por la caña colihue. A orillas del lago descansan hualas y garzas brujas que se observan en la marcha, mientras se van descubriendo las bahías Balsas, Cumelén y Manzano, hasta llegar al puerto de Quetrihué. Ni bien se desciende del catamarán, el encanto de los arrayanes distingue el paisaje. Como en los cuentos fantásticos, los imponentes portes con sus caprichosas formas de llamativo marrón rojizo, se asemejan a los escenarios de duendes y elfos. Para no interferir el frágil equilibrio de la naturaleza, los senderos construidos en plataformas de madera marcan el recorrido, realizado junto a los guías que muestran las diferentes etapas del crecimiento del arrayán y su convivencia con otras especies de vegetales y animales. En la senda se cruzan pequeños cursos de agua provenientes de la laguna Hua-Huan, cuyo nombre deriva de un árbol nativo con un aroma similar al laurel. La magia y la belleza del entorno dejan su impronta, que acompaña el regreso hasta Villa La Angostura. Como el despertar de un hermoso sueño de la infancia.
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