Mirador Belvedere y cascada Inacayal

Árboles muy erguidos y añejos a ambos lados del camino nos cobijaron del sol. Unas zonas umbrías y húmedas y otras más abiertas nos mostraron las distintas formas que ofrece la naturaleza.

Habitualmente, cuando arribamos a nuestro destino turístico, cualquiera sea, caminar es uno de los recursos que nos permiten alcanzar aquellos sitios que deseamos conocer. A su vez, un ejercicio fantástico que no solemos practicar. En Villa La Angostura, nos propusimos alcanzar el mirador Belvedere y la cascada Inacayal, ambos en tierra mapuche. El día fijado, tan pronto como terminamos el desayuno, armamos una pequeña mochila con agua, gaseosas y unas barritas de cereal y hacia allí nos dirigimos. En el lugar previsto para dejar estacionado el vehículo, nos aprestamos a ingresar en ese tupido bosque que teníamos al frente, que nos maravilló por lo alto y abigarrado.

  • Una plataforma hacia el cielo

    Una plataforma hacia el cielo

  • Zonas umbrías y húmedas

    Zonas umbrías y húmedas

  • El arroyo de montaña

    El arroyo de montaña

  • Su agua parecía de color celeste turquesa

    Su agua parecía de color celeste turquesa

El sendero era amplio, de una belleza inexplicable, con un colchón de hojas que amortiguaba nuestro paso y le daba un color dorado al lugar. Algo que no habíamos previsto era realizar un esfuerzo físico importante; la cuesta que iniciamos era bastante empinada. Al comienzo del trayecto charlábamos y reíamos entre nosotros. En algún momento, la conversación disminuyó para reservar el aire en pos de mejorar nuestro rendimiento en el ascenso. Subimos hasta llegar a un lugar amplio y agreste, como una plataforma hacia el cielo. Nos llevó un buen rato cotejar lo que veíamos con el mapa que llevábamos con nosotros. Se destacaban la inmensidad del brazo norte del lago Nahuel Huapi, el breve río Correntoso con su puente sobre la ruta 231, la vista parcial del lago Correntoso. Al fondo, el cordón montañoso limítrofe con Chile. Allí abajo, admiramos el viejo Hotel Correntoso y las costas de ambos lagos, donde los fanáticos disfrutan de un pesquero de salmónidos de excelencia. Nos sentamos sobre la raíz de un enorme árbol de radal para merendar. Recién en ese momento hicimos la lectura visual de todo lo que la naturaleza nos había presentado a la vez y comentamos que había valido la pena el esfuerzo realizado.

De puño y letra

Un viejo cartel firmado por la administración del parque nacional Nahuel Huapi indicaba cómo llegar a la cascada Inacayal. A partir de allí y mientras descendíamos, nos dimos cuenta de que no habíamos encontrado a nadie para intercambiar un saludo, una palabra. El calor del sol iba en aumento pero la sombra nos cobijaba. Por el mismo sendero por el que habíamos subido, llegamos a una bifurcación en forma de “T” y seguimos la indicación hacia la costa del arroyo. En una zona más húmeda encontramos viviendas de pobladores con sus invernaderos y animales domésticos. Nos alentó reconocer el sonido lejano del agua del arroyo. El bosque se hizo más apretado aun. Muchos de sus árboles, al no tener espacio suficiente para recibir luz y respirar, alguna vez se desplomaron y los vimos extendidos en el piso para siempre. Diferenciamos las especies arbóreas representadas por distintas variedad de nothofagus. Las aves, huidizas, no se dejaron ver aunque algunas nos saludaron a la distancia con su voz ahogada. El arroyo de montaña se nos presentó angosto, con grandes piedras color grisáceo o muy blancas, como desteñidas por el sol. Su agua parecía de color celeste turquesa, quizá por ser de deshielo. Seguimos los senderos aledaños al arroyo Las Piedritas hacia su naciente y nos enfrentamos al cañadón y la espectacular cascada que estábamos buscando. Nos quedamos absortos ante los círculos acuáticos y los borbotones de espuma que se formaban allí donde el agua caía en la olla.

Música sin instrumentos

El ruido era fuerte y el magnetismo del lugar, enorme. La vegetación era baja, muy brillante y con muchos helechos. Nos quedamos sentados disfrutando de todo ello un rato. Luego, regresamos tomando el camino a la inversa. Finalmente llegamos otra vez a nuestro vehículo. En ese momento sentimos que el paseo había sido exigido, pero también una excelente excusa para deambular entre especies originales del bosque y sus exquisitos aromas.

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Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

Nivel de dificultadNivel de dificultad: Media, dada la elevación pronunciada del terreno.
Sugerencias Imprescindible, calzado deportivo o borceguíes.
No se permite hacer fuego ni pernoctar.
Llevar agua ya que en la primera parte no hay arroyos a la vista.
Hay pocos carteles que permitan una ubicación muy precisa.
Se transita territorio de pobladores mapuches y en algunas épocas del año estos cobran ingreso.
Paseo no aconsejable en invierno, por acumulación de nieve.

Desde El Cruce, tomar la ruta llamada de 7 Lagos y a 800 metros sobre mano derecha ingresar al barrio Epulafquen hasta encontrar el cartel indicativo. Una casilla de informes y el estacionamiento marcan el inicio de la caminata y del territorio mapuche.

Mapa de ubicación


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