Navegamos el lago Nahuel Huapi en el velero “Luz de Luna”. Una propuesta diferente para conocer la Villa y el hermoso entorno natural que la circunda. Escuachamos la entretenida historia del capitán y de su especial vínculo con la luna.
Hacia dos años que no visitaba
La Villa. Fue increíble recorrer sus calles y observar cómo, a pesar del crecimiento turístico, el lugar continúa conservando su aspecto de aldea de montaña. Enclavada sobre los faldeos de los cerros Bayo, Inacayal y Belvedere, Villa La Angostura ostenta una variada gama de ofertas de alojamiento y gastronomía, que va desde lo más económico hasta lo más sofisticado. En la actualidad, cuenta con más de 1.500 plazas de alojamiento entre hoteles, hosterías, cabañas y aparts que, por sus características arquitectónicas, le dan un estilo distintivo a toda la región. Recuerdo que la última vez que visité la Villa, el tiempo me jugó una mala pasada, dejándome con las ganas de navegar a vela frente a la península de Quetrihué y las bahías Kraft, Cumelén y Manzano, ubicadas sobre la gran bahía Mansa. “Por suerte siempre hay tiempo de revancha” pensé, y en esta ocasión no iba a dejar que la oportunidad se me escapara de las manos.
Me alojé en la “Posta de los Colonos”, una cálida hostería construida con piedras y troncos macizos que hace que el huésped se sienta cómodo, encontrando un espacio donde la atención y el buen gusto se combinen en cada uno de sus detalles. El día soleado y una leve brisa me indicó casi con seguridad que podría llegar a cumplir mi cometido principal, realizar la navegación en velero sobre las aguas del Nahuel Huapi. Luego de averiguar sobre operadores, precios y servicios decidí que la mejor opción era embarcarme en el velero “Luz de Luna” de Jorge Rovella. Nuestro lugar de encuentro sería en el puerto Angostura sobre la bahía Mansa. Con el paso de las horas, la brisa se torno más fuerte, cosa que me alegró, porque a pesar de no ser un entendido en navegación, sé que es necesario que haya viento para poder desplegar las velas. Bien puntual, el “Luz de Luna” me estaba aguardando, junto con Jorge, su capitán. Luego de la autorización para abordar, me dispuse a relajarme y disfrutar del entorno que sólo Villa La Angostura y su incomparable belleza tienen para brindar.
El “Luz de Luna” es un velero oceánico de 7 metros de eslora y con un peso de 3 toneladas que le brinda estabilidad y seguridad en el agua. Diseñado por Germán Frers, y armado y equipado por su actual propietario con la última tecnología, recala desde hace un año en el lago Nahuel Huapi, donde presta servicios de paseos, travesías y cursos de navegación autorizados por la Prefectura Naval Argentina y Parques Nacionales, siendo el único que realiza esta actividad durante todo el año. Salimos. El viento, ya más fuerte, nos obligó a desplegar sólo un poco la vela mayor. Jorge, todo un profesional, me enseñó el ABC de la navegación a vela, además de trasmitirme la mística de encontrarse con Eolo, el dios del viento. Enamorado tanto de la actividad como de la luna, todas las embarcaciones que tuvo antes del “Luz del Luna” tuvieron el nombre del astro que inspiró a poetas y orientó a miles de navegantes por ríos y océanos. En sus 25 años de experiencia, recorrió las aguas del Río de la Plata,
Punta del Este y
Mar del Plata realizando regatas y cursos para perfeccionarse. “Navegar a vela sólo iluminado por la luz de la luna es una experiencia inolvidable” asegura. Y es tanto el fanatismo que posee que lo llevó a ser socio-fundador de Club Cruceros de la Luna Llena.
“Desde el puerto de Buenos Aires, cruzábamos el Río de la Plata hasta
Colonia, sólo iluminados por el brillo del satélite natural de la tierra” me comentó con rostro melancólico. Navegar por las inmediaciones de Villa La Angostura es un espectáculo sin igual. Rápidamente nos alejamos de la costa, porque el viento siempre proviene desde el cuadrante del puerto. Desde el velero, observamos el bosque siempre verde. Coihues, cipreses, radales, palos santos, ñires y pataguas a lo largo de las bahías Kraft y Cumelén parecían multiplicarse. Relajamos la mirada en el agua y, en silencio, nos dejamos llevar por el viento caprichoso. Luego pasamos frente a la Bahía Manzano, que se encuentra rodeada de montañas que aislan los vientos helados de la cordillera, creando un microclima único en la zona con aguas eternamente calmas y una temperatura ambiente mayor a la de los alrededores.
Desde el velero pude apreciar el club del complejo privado vacacional Bahía Manzano, que se encuentra sobre la costa. Construido en total armonía con el entorno, brinda la posibilidad de alojarse en los departamentos en suites y disfrutar de sus piscinas climatizadas, saunas, sala de masajes, canchas de tenis, paddle y del nuevo sector aventura con palestra, puente colgante y tirolesa, entre otros atractivos . En esta región se construyó uno de los puertos más antiguos de la Villa, por el que se recibían mercaderías y provisiones desde San Carlos de Bariloche. Pronto llegaron los mates con bizcochos. Una vez más, practicamos el ritual argentino y con él continuaron las ganas de seguir paseando sobre el inmenso lago, escuchando los sonidos de la naturaleza y la romántica historia de Jorge con la Luna.