El avistaje de la ballena franca austral es una de las experiencias más sobrecogedoras que puede tener el hombre.
Considerada en peligro de extinción, la ballena franca austral debe su nombre a la historia y a sus vulnerables características para ser capturada, razón por la cual el gobierno nacional decidió declararla Monumento Natural en el año 1984.
Su nombre de "franca" se debe a diversas características que simplifican la tarea a sus cazadores: se trata de un animal muy lento y que una vez muerto flota, a diferencia del resto de estos mamíferos a los que se debe inyectar aire para evitar el hundimiento.
Si a ello se le suma que un ejemplar equivale a 40 barriles de aceite, lo que representa 7.200 litros, bien vale la denominación en inglés de "right whale", es decir: la ballena correcta para cazar. En español, se utilizó la palabra "franca" como traducción de "right".
La ballena franca habitaba una amplia franja que va de los 20 a los 60º de latitud en los océanos Pacífico norte, Atlántico norte, Atlántico sur, Índico sur y parte del Pacífico sur. Existen dos especies de ballenas francas: la del hemisferio Norte y la del hemisferio Sur, de allí la denominación de "austral".
Las aguas de nuestro país son uno de los pocos lugares de reproducción de estos magníficos cetáceos. Año tras año, miles de visitantes se deleitan con los saltos, las colas y los comportamientos de estos colosos del mar.
Las callosidades son uno de los íconos más representativos que tienen las ballenas francas. Se trata de callosidades en la piel que son, para las ballenas, las huellas dactilares que permiten que distingamos una de otra.
La mayoría de estas callosidades se ubican en la cabeza, en los labios, en la mandíbula y sobre los ojos, aunque al callo más importante se denomina "bonete" y se ubica en la punta del hocico.