Remontándonos en la historia, encontramos en Noruega ballenas dibujadas en las rocas que datan del año 2.200 a.C. Según datos encontrados en Alaska, se sabe que los esquimales cazaban ballenas hace 3.400 años.
La literatura inmortalizó la historia de la caza de ballenas a través de Moby Dick, la genial novela del escritor Herman Melville, en la que un grupo de pescadores intenta cazar una gran ballena blanca que termina ganando la partida sin perder nunca la libertad, el bien más preciado que tiene todo cetáceo.
Hacia 1725, salió de Dundee (Escocia) la primera expedición ballenera al Atlántico sur. La caza de ballenas, lobos y focas en nuestros mares por marinos extranjeros, en especial ingleses y norteamericanos, se hizo intensa después de 1750. Comenzó en Malvinas y continúo hacia las costas patagónicas hasta llegar al Cabo de Hornos, la Isla de los Estados y otras islas; actuaban siempre con total impunidad.
Se estima que antes de iniciar las cacerías existían cerca de 100.000 ejemplares de ballena franca. Por su matanza y la lenta recuperación del grupo (las hembras sólo tienen cría cada tres años), la ballena franca es, de las once especies actuales de ballenas, la que sufre mayor riesgo de extinción.
La especie se encuentra protegida desde 1935. En 1946, se forma la Comisión Ballenera Internacional, a la cual adhieren la mayoría de los países balleneros. En 1982, en Inglaterra se logra que los integrantes de la Comisión Ballenera firmen una moratoria, con la que se volvió un hecho la prohibición mundial de caza de ballenas desde 1985 hasta 1990. Esto permitió verificar la cantidad de ballenas y estimar su posible aumento de población.
Si los productos que se extraen de las ballenas tienen sustitutos en tierra, nos preguntamos por qué se produce esta terrible matanza irracional que sin sentido extermina a los gigantes del mar.
¿No vale la pena disfrutar mirándolas o escuchando su inmensidad?
Curiosas y tranquilas, las ballenas francas nadan lentamente por las frías aguas de los mares del Sur con una velocidad máxima de 9 a 11 kilómetros por hora. Lentas. Sin embargo, esta velocidad es ideal para que los turistas puedan fotografiar y filmar sus desplazamientos y saltos.