Realizamos el trekking al glaciar Torre, un exigente recorrido que incluye caminar y escalar por el hielo a los pies del imponente cerro.
Cerca de las 5 de la mañana nos despertó el ruido de la lluvia y supimos que en este segundo día tampoco podríamos ver los increíbles picos del Fitz Roy y del Torre. Existía una posibilidad de que se despejara para la tarde, porque El Chaltén es así: impredecible. Pensando en la posible y remota tarde de sol, nos preparamos para hacer el trekking al glaciar Torre que íbamos a realizar junto con un grupo de turistas franceses. Nos encontramos a las 6 de la mañana en la oficina de Casa de Guías y desde allí partimos para iniciar el circuito, sabiendo que la lluvia nos acompañaría por un buen rato.Vicente, nuestro guía, marcaba el camino. Salimos del pueblo por el predio de gendarmería, donde se inicia el circuito a la laguna Torre. Luego de un alto en el cartel de Parques Nacionales que detalla todo el recorrido, empezamos a subir por el sendero.
Bordeando el Fitz Roy
Después de ascender un buen tramo, comenzamos a divisar el río Fitz Roy que corría serpenteando por el cajón. La cerrada llovizna impedía observar el cerro Pliegue del Tumbado y las demás cumbres, pero no obstante el mirador Torre regalaba una interesante vista panorámica. Cada tanto las nubes dejaban pasar algunos rayos de sol y cuando pasamos por la formación de ñires que años antes había sido incendiada, el resplandor hizo brillar los retorcidos troncos rojizos. En instantes, se formaron dos nítidos arco iris que cruzaron todo el paisaje. Era la belleza mágica de los días de lluvia. Continuamos internándonos en el bosque hasta llegar finalmente al campamento D’Agostini, la parada técnica para comer algo y colocarnos los arneses. A esta altura fue muy reparador descansar a la sombra y prepararse, porque lo mejor estaba por venir.Poco después de salir del campamento el sendero escarpado nos condujo al tramo del río donde se encontraba la tirolesa. Vicente preparó las sogas y mosquetones para cruzar y en poco tiempo ya estábamos todos del otro lado admirados por la magnífica presencia de la laguna y del glaciar Torre. El viento empezó a soplar con más fuerza y de a ratos neviscaba, pero seguimos avanzando sin perder de vista las paredes del glaciar. Alcanzamos la morena y nos colocamos los grampones mientras almorzábamos sentados en la base del glaciar. Hora de caminar por el hielo.
Sobre el Torre
Vicente nos indicó cómo debíamos usar los grampones y nos dio las recomendaciones de seguridad necesarias para no sufrir ningún accidente sobre el glaciar. Con cierta cautela, practicando las subidas y bajadas, empezamos a recorrer esa fantástica superficie. Entre el blanco y el turquesa vibrante del hielo, descubríamos grietas, profundos pozos horadados por el agua, y pequeñas grutas.Fascinados por el paisaje, nos quedamos contemplando hacia donde se alzaba el cerro esperando que se despejara para verlo.
Pero, aunque no tuvimos suerte, estábamos extasiados con nuestro recorrido por el glaciar. Vicente avisó que era momento de regresar y emprendimos la marcha. De vuelta en el campamento, devolvimos todo el equipo y ya más ligeros desandamos camino para volver al pueblo, cansados pero felices de haber llegado hasta los pies del Torre.