En sus cuatro salas se muestra el pasado de una Patagonia labrada por indígenas y pioneros europeos que dejaron su impronta cultural en una colección de objetos muy interesantes.
El Museo Leleque le debe su nacimiento a Pablo Korchenewski. Este apreciado personaje llegó a la Argentina desde su Ucrania natal en 1948 y cinco años después se instaló de forma definitiva en el sur del país. Vivió en Río Turbio, donde fue minero, en Puerto Madryn y en otros rincones de la Patagonia, siempre con la inquietud de coleccionar objetos que probaran la vida de nuestros ancestros en la región. Luego de reunir y clasificar durante años antiguos documentos y valiosas colecciones arqueológicas de más 14.000 piezas, ese conjunto se convirtió en la mayor riqueza con que cuenta el Museo Leleque. Pero Pablo no es el único protagonista de esta historia. En 1966, Korchenewski donó su colección a la Fundación Ameghino, que estaba a cargo del antropólogo Rodolfo Casamiquela, quien además era su amigo personal. Posteriormente se puso en contacto con el Sr. Carlo Benetton, que ya se había instalado en la zona. Surgió así el Centro de Investigaciones Científicas “El hombre patagónico y su medio”.
Sueño hecho realidad
Como Korchenewski lo había imaginado, la idea cobró impulso y se convirtió en un proyecto científico y didáctico. El museo se instaló en el medio rural de la estancia Leleque del Sr. Benetton. El nombre designa un arbusto de la región y proviene de la lengua tehuelche meridional. Se suma el hecho de que en ese sitio tuvieron lugar los últimos enfrentamientos entre tehuelches y tropas nacionales en 1888. El museo, a pedido del mismo Casamiquela, rescata el valor histórico del pueblo tehuelche. En la primera sala del museo se rinde homenaje al modo de vida y la cosmovisión del pueblo tehuelche. Se llama “Los pueblos autóctonos” y a partir de una tienda de tamaño natural y piezas en piedra, reconstruye su forma de vida. Armas utilizadas para cazar y utensilios varios muestran sus costumbres. “El encuentro de dos mundos” es el nombre de la siguiente sala. Como su nombre indica, muestra su encuentro con los primeros europeos llegados a las tierras del sur. Aquí aparece la incorporación del caballo, que permitió efectuar cambios en la forma de moverse de los indígenas. La derrota de los pueblos originarios es mostrada en la siguiente sala, que se llama “Hacia la sociedad sedentaria”. Es la etapa de la industria ganadera ovina, su comercialización y la conquista del desierto. “Los Pioneros” reúne documentación que se refiere a los inmigrantes de distintos orígenes étnicos y geográficos que se radicaron en la Patagonia, su adaptación y posterior consolidación en la región. Se realizó la reconstrucción de un boliche tal como se veían dentro de los almacenes de ramos generales de la década del '20 en el siglo pasado. Representa la vida rural en la que los distribuidores de bebidas, bazares o restaurantes hacían un alto en su recorrido por la extensa y solitaria Patagonia argentina. Actualmente, en el boliche aún se puede tomar algo como lo hacían los viajeros en otras épocas, además de hojear libros y comprar alguna artesanía sureña. No importa cuánto demande el recorrido por el museo, es un clásico que no debemos dejar de visitar para tener una idea de cómo era la vida de antaño en estas tierras.