Elegimos una salida de pesca por el lago Rosselot: navegamos con paciencia llevados por un guía de la especialidad para obtener una buena trucha o salmón.
En nuestro recorrido por la Patagonia chilena, arribamos a
La Junta para pasar unos días de descanso y reencontrarnos con nuestra afición: la pesca. Ubicados en un hotel de montaña a la vera de la Carretera Austral, dedicamos las primeras horas a descansar. También, a interiorizarnos sobre salmones y truchas obtenidos en la zona últimamente. Mantuvimos una charla con los dueños del hotel y con ocasionales turistas como nosotros que ya habían hecho su aproximación a los espejos de agua. El entusiasmo que traíamos por organizar una jornada de pesca y hacer nuestra propia experiencia crecía, por eso fue fácil ponerse de acuerdo para realizar una salida. Nos pusieron en contacto con un guía especializado para partir temprano al día siguiente. A la mañana, después de un abundante y bien servido desayuno, estábamos preparados para la salida. Traíamos nuestro equipo básico, compramos la licencia de pesca y nos acompañaría Pedro Osés.
A conocer el lago
Desde el hotel salimos hacia el lago Rosselot en camioneta acarreando el bote con motor fuera de borda con algunos elementos como para realizar un picnic. Durante el viaje, nos quedó claro que la pesca con mosca es la manera más sutil de capturar una pieza y que cada día son más los amantes de esta modalidad. Pedro nos facilitaría una caña, ya que la nuestra era de
spinning. Sólo 8 kilómetros nos separaban de nuestro destino. Allí donde se unen el río Rosselot y el lago del mismo nombre, encontramos una bajada para poner el bote en el agua con todos los elementos que llevábamos.
Pedro indicó que debíamos ponernos los salvavidas y el lugar asignado a cada uno. Un tirón a la soga puso en marcha el motor; un sonido corto, penetrante y arrancó. Pasamos por debajo de un puente y apareció el lago Rosselot. Viendo el mapa, es angosto y muy extenso. Avanzamos lentamente hasta que “Pello”, ese era el sobrenombre de Pedro, paró el motor e invitó a preparar la caña. La ceremonia de retirar la caña de su envase, extenderla e ir adecuando las moscas que se utilizan es imperdible. Cada pescador tiene su manera de hacerlo en silencio, como para concentrarse en la maniobra. La caja donde se guardan las moscas es casi un “cofre del tesoro”. Alineadas, dividas por color o simplemente por tamaño. Una Wooly Bugger tipo ninfa y una Chernobyl que parece una hormiga fueron apareciendo y probándose según la experiencia del pescador. Todos nos callamos y permitimos que esos instantes fueran casi perfectos. Sólo se escuchaba el vaivén del agua que muy levemente pegaba contra el bote ya quieto. Una a una las cañas fueron desplegándose y de a dos personas por turno comenzaron los intentos.
Toda una técnica al servicio de la pesca deportiva
Realizamos un movimiento mecánico del brazo y la caña iba al unísono tratando de sacar la línea o
leader una y otra vez del carretel hasta finalmente dejarlo flotar sobre la superficie del agua para mostrar la mosca elegida a las probables víctimas. Cada pescador a su ritmo. Así transcurrió la mañana: sin darnos cuenta del paso del tiempo y cambiando el lugar de pesca varias veces. Sólo el calor del mediodía y algo de apetito nos hicieron poner proa hacia una playa de arena para almorzar y descansar un rato. Ya repuestos, partimos hacia la salida del río Figueroa, donde hay pequeñas islas de arena y piedra y algunas correderas que invitan a intentar suerte. Otros lugares emblemáticos de la zona, junto con el río Palena, son la laguna Negra o el lago Guacho. La suerte estuvo de nuestro lado y fue posible extraer dos truchas, una fario (o marrón) y una arcoíris. Como buenos pescadores deportivos que éramos, ninguna fue sacrificada. De esa forma, los peces recuperaron su respiración y aletearon hasta estar en condiciones de nadar nuevamente.
Con nuestras ansias de pescar, no imaginábamos que se pudiera disfrutar de todo un día de pesca sin traer de vuelta una sola pieza. El placer de prepararse, ver cómo pelea una trucha y cómo cuesta su captura pasaron a ser el premio. También, haberla devuelto a su hábitat permitiendo que sobreviva. Aprendimos a valorar los recursos naturales y nos sentimos afortunados de disfrutar de la inmensidad de ese espejo de agua, el Rosselot, de los secretos de pesca de “Pello” y de la posibilidad de pescar nuevamente antes de regresar de las vacaciones.