El Parque Nacional Laguna San Rafael encierra increíbles paisajes de hielos milenarios, espejos de agua y montes que pueden conocerse en una navegación inolvidable.
Fuimos invitados a conocer el Parque Nacional Laguna San Rafael, uno de los lugares de mayor belleza escénica de la Patagonia. En este lugar aún se puede ser testigo de un fenómeno que ya lleva 18.000 años de existencia: el Campo de Hielo Norte y el glaciar San Rafael. Para llevar a cabo esta odisea, debíamos embarcarnos en un catamarán en Puerto Chacabuco, situado a 15 kilómetros de
Puerto Aysén y a 82 kilómetros de
Coyhaique. La mañana se presentó cerrada y fría. Poco a poco la embarcación se fue colmando de pasajeros y a la hora indicada zarpó.
Pronto dejamos atrás la civilización escapándonos por el fiordo Aysén, una de las entradas más importantes de la región. A través del gran ventanal de la nave nos dimos cuenta de que el fiordo es un laberinto de caprichosas formas, en el que las altas cumbres de la cordillera se unen con los canales de la Patagonia austral. Así comenzó esta aventura por la tierra de chonos, alacalufes y yaganes. La nave que nos transportaba era un moderno catamarán de nombre Chaitén. El confort y el servicio a bordo eran acordes con el escenario que se desplegaba alrededor. Se sirvieron abundantes y deliciosos platillos a la hora del almuerzo. Pronto el día comenzó a mejorar y nos trasladamos a la segunda cubierta, desde donde obtuvimos una espléndida vista del borde costero.
El catamarán viajaba a una velocidad crucero de 20 nudos por los canales patagónicos, entre islas verdes y fiordos de naturaleza exuberante. Dejamos el canal Costa y nos internamos en el estuario Elefantes. La expectativa por llegar a la laguna San Rafael y al parque nacional de igual nombre aumentaba a cada minuto. Pronto entramos en el río Témpanos, preludio de lo que estaba por venir: por la poca profundidad de sus aguas pudimos apreciar enormes trozos de hielo a la deriva que se desprendieron del ventisquero. Tras recorrer 125 millas náuticas, comenzamos a navegar sobre las aguas de la laguna San Rafael; fuimos recibidos a la vez por el enorme paredón de 4 kilómetros de ancho del glaciar. Este parque nacional fue declarado reserva mundial de la biósfera por la UNESCO en 1979. El glaciar San Rafael es el más septentrional del planeta y testimonio fiel de cómo el paso de los hielos de la última glaciación ha modelado la Patagonia.
Los sentidos parecían dispararse en todas las direcciones. La gran luminosidad del glaciar se desplegaba frente a las frías aguas de la laguna que lo contiene. Sin dudarlo, nos embarcamos en los botes tipo Zodiac –gomones con piso semirígido y motor- para apreciar mejor la fortaleza de hielo. Levemente, nos fuimos acercando a la pared glacial que, con sus 40 metros de altura, parecía abrumarnos entre tanta belleza. Las cámaras fotográficas de los participantes de la expedición trabajaron incesantes durantes aquellos minutos, intentando quizá perpetuar el momento de un rompimiento o la figura surrealista de algunos de los hielos del glaciar de colores blancos, celestes y azules intensos. Tras navegar unos cuantos minutos sobre las aguas de la laguna, frente al ventisquero, debimos abordar nuevamente el catamarán. Luego permanecimos en la cubierta exterior apreciando la magnificencia de aquel espectáculo natural. Era sorprenderte observar las caprichosas formas que el hielo milenario fue adoptando.
Antes de iniciar la despedida de aquellas tierras australes, realizamos un brindis con whisky bien helado gracias al hielo del glaciar que fue recolectado durante el desembarco por los guías de la expedición. La vuelta a casa fue muy amena, todos contentos por haber llegado a avistar el glaciar en todo su esplendor. Un saxofonista hizo sonar su instrumento sobre una de las cubiertas donde los visitantes bailaron y cantaron hasta llegar nuevamente a Puerto Chacabuco. Sin duda, fue un viaje muy entretenido, ideal para ser disfrutado junto a la familia o con amigos.