Los interesados en el turismo religioso tienen la oportunidad de conocer dos puntos de congregación de fieles en las afueras de Puerto Aysén con rumbo a Coyhaique.Fue necesario dejar la ciudad de Puerto Aysén con dirección este a través de la ruta Nº 240. La ruta en muy buen estado y con excelente señalización nos mantuvo entretenidos por la notable cantidad de curvas y contra curvas que se fueron presentando a medida que avanzábamos. Durante el trayecto nos llamaron la atención las grandes extensiones de praderas que en algunos casos se perdían en el horizonte. Estas surgieron debido a que la zona sufrió grandes incendios producidos por los colonos para convertir el área en zona de pastoreo. De pronto el vehículo que nos transportaba comenzó a transitar por un estrecho cañadón rodeado por altos cerros y montañas. En el medio de ellos, tímidamente, se asomaban pequeños bosquecillos compuestos por lengas y cipreses. Tras recorrer unos 32 kilómetros, realizamos la primera parada donde se encuentra la Gruta de la Virgen María y, a su costado, la estrepitosa Cascada de la Virgen –denominada así por la proximidad a la gruta. Frenamos para contemplar el salto de agua. La fuerte caída forma una especie de corona y un manto al cual se le ha dado el nombre señalado. Para apreciar mejor el espectáculo natural es posible pararse en el borde del puente carretero. Este lugar fue inaugurado oficialmente el 21 de mayo de 1955 por el padre Mario Zanella, quien instó a los fieles a seguir trabajando para hacer de él un santuario dedicado a la Virgen María. Medio siglo después, el padre Luis Infanti lo transformó en un centro de acogida y oración en honor a la Inmaculada Virgen María, Patrona del Vicariato Apostólico de Aysén y desde entonces, todos los 11 de febrero de cada año cientos de peregrinos se acercan al lugar para rendir culto a la Virgen. Tras visitar la gruta, retomamos el camino y unos 2 kilómetros más adelante volvimos a detenernos para visitar el Santuario de San Sebastián, ubicado al costado del camino. Luego de estacionar nos dirigimos a su interior para conocer el sitio. En este lugar, cientos de promeseros se dan cita para rezar y agradecer. Velas encendidas reflejan con viva luz que la fe por San Sebastián se encuentra en todos lados. Al transitar por este centro de recogimiento es posible observar placas, fotografías, crucifijos, flores y cientos de ofrendas para el santo por las promesas concedidas. Cuenta la historia que cuando la ciudad de Chillán fue fundada en 1580, en su iglesia se colocó una imagen de San Sebastián traída de España hecha de madera de cedro, la misma que se venera hasta hoy en el Santuario de Yumbel. La imagen estuvo allí hasta 1655, fecha en que a raíz de la sublevación de los mapuches liderados por Lientur y Butapichún, que destruyeron la ciudad, los pocos españoles sobrevivientes huyeron con la estatua y la dejaron enterrada en las cercanías del fuerte de Yumbel durante siete años. Una vez que Chillán fue reconstruida, los soldados españoles quisieron llevarse a su patrono; sin embargo, y como dice la leyenda, el santo no permitió “ni con dos yuntas de bueyes” que fuera trasladada su imagen y desde entonces permanece como el mayor tesoro espiritual e histórico de Yumbel. Como ocurre con todas las devociones, la historia de este santo que quiso “permanecer” en esa tierra trascendió fronteras y hoy es posible encontrarse con este centro de devoción en las cercanías de Pto. Aysén y de Coyhaique, donde los camioneros y el resto de los conductores que pasan por el lugar se encargan de hacer sonar sus bocinas en señal de saludo y sumisión al santo. Luego de recorrer el predio, resolvimos continuar viaje hacia Coyhaique, puesto que con seguridad aquella ciudad tendría muchas historias y aventuras para ofrecernos.