Este destino ecoturístico ofrece un poco de todo: aventura por su dificultad de acceso, interés científico porque se avistan especies muy particulares y atractivo por la agreste naturaleza que nos recibe.
La zona costera en la que está enclavado
Puerto Deseado permite el avistaje de muchas especies marinas y existe la posibilidad de embarcarse y llegar a otros puntos, como la isla Pingüino, donde la aventura está asegurada. Abrigados para la ocasión, fuimos hasta el muelle a esperar el momento del embarque junto a nuestro guía. El viento se hacía sentir y elevamos las capuchas de la campera mientras le dábamos la espalda con cierta descortesía. Llevábamos una pequeña mochila con abrigo y unas barras de cereal para calmar la ansiedad. Finalmente, subimos al pequeño barco y nos ubicamos de acuerdo con las indicaciones de Julián, nuestro guía, quien además nos pidió que conserváramos nuestra ubicación ya que en algunos puntos la navegación se pone movida.
Dejamos atrás la costa y luego de pasar la Isla de los Pájaros el barco puso proa al sur. Fuimos recibiendo información acerca de las distintas especies que se ubican en los promontorios rocosos que íbamos pasando, algunos de cerca y otros de más lejos. Navegamos unas once millas marinas (25 kilómetros) hasta dar con la isla Pingüinos. A distancia se distinguían infinidad de aves revoloteando y en las orillas se divisaba una pequeña colonia de lobos y elefantes marinos entregados al descanso. Desembarcamos de a uno en fondo con la satisfacción de haber llegado a uno de los pocos lugares donde se puede acceder, siempre acompañados de un guía. Nos esperaba una pequeña caminata y trepada entre las rocas desparejas; ajustamos bien la mochila a la espalda y marchamos. Seguimos a Julián sin dejar de observar a nuestro lado los nidos de esta reserva provincial protegida de Santa Cruz. Al mismo tiempo, nos enunciaba cómo llegaron los pingüinos de penacho amarillo a nidificar a la isla, cómo cuidan de sus crías y en qué épocas del año se los encuentra.
“Ahora que los tenemos más cerca, aprecien su altura, unos 55 centímetros, su penacho sobre los ojos rojos como si fueran cejas de un color amarillo intenso. Parecen tranquilos y no demasiado molestos por nuestra visita, pero estamos tomando la precaución de no acercarnos, de observarlos a la distancia”. Según nos dijo Julián, se ponen agresivos cuando notan algún peligro y son capaces de usar su pico para alejar a los posibles enemigos. Se alimentan de peces pequeños, pulpitos y crustáceos que toman directamente del mar en sus zambullidas.
No todo es pasear
Pocos sitios albergan esta extraña especie y los ornitólogos y científicos eligen la isla Pingüino para sus estudios dado que es uno de los que permite el acceso organizado de personas, aunque con ciertas limitaciones. También existen colonias de pingüinos de penacho amarillo en la Isla de los Estados y en Islas Malvinas. Sobre el extremo sur de la isla se encuentra el faro que data de 1903 y ha tenido un alcance lumínico de distinta intensidad en base al tipo de alimentación. En su inicio, se utilizaba querosén y en la actualidad es eléctrico, a base de paneles foto voltaicos. A su lado, una vieja construcción ahora en desuso fue una factoría de subproductos de lobos marinos. Ante tanta magnitud, nos olvidamos del viento, del aire fresco y hasta del apetito. La mayoría de los que llegaron junto a nosotros llevaban prismáticos que compartían con quienes no habíamos llevado.
Nos familiarizamos con las aves y mamíferos que habitan la isla y cuando la expedición llegaba a su fin, sentimos que la experiencia había sido fantástica e inolvidable. Las fotografías serían nuestro recuerdo para siempre.