Durante el trayecto, no solo las formaciones rocosas cambian en aspecto y alturas sino también la fauna que se encuentra en las aguas o en las costas.
Como todos los rincones del Sur argentino,
Puerto Deseado es garantía de aventura y asombro en cada una de sus opciones turísticas. Esta vez nos internamos por el cañadón de la ría Deseado emulando la expedición de Charles Darwin en 1833. Optamos por una salida embarcados en grandes gomones semirrígidos guiados por expertos navegantes y naturalistas. Unas 10 personas vestidas con el color rojo fulgurante de los trajes salvavidas esperábamos ansiosas en el puerto para ingresar al bote y partir. Nuestro guía, Javier, nos dio la bienvenida, algunos consejos para la navegación y posterior
trekking y una charla explicativa de lo que iríamos encontrando en el trayecto. Incluyó un interesante comentario que nos orientó en relación a la geomorfología del área. Salimos hacia el oeste y de acuerdo a lo estimado fueron unos 42 kilómetros de distancia desde la ciudad. Javier llevaba prismáticos y eso nos permitió tener acceso a mejores vista de la costa e hizo más entretenido el viaje. La ría es zigzagueante y presenta orillas de diversos materiales a medida que se avanza. El viento ha hecho de las suyas en todo el área a lo largo de miles de años, dejando su impronta en esas rocas. Por ello es que también la fauna fue cambiando a medida que nos aproximamos al final del recorrido en Paso Marsicano. La ría no es otra cosa que el agua de mar que ingresó al río por falta de caudal. Esto aporta en su primer tramo, el que está cerca de Deseado, fauna diversa de origen marítimo como toninas o cormoranes.
La aventura llegó cuando desembarcamos y nos alistamos para trepar las rocas y conocer una cueva con pinturas rupestres. Se la conoce también como Cueva de las Manos e impresiona tomar conciencia de la presencia de aborígenes en esta inhóspita zona patagónica. Después, luego de un descanso y una merienda acompañada con ricos mates, hicimos el ascenso a los Miradores de Darwin. Desde lo alto, el paisaje es agreste y extenso. No es un destino de turismo masivo y cuando el
trekking se hace en forma ordenada y en silencio, es habitual encontrar liebres y guanacos sobre la estepa. Otros animales como los flamencos, patos y avutardas prefieren las costas barrosas de la ría y a veces sobrevuelan el paso de la embarcación. Tuvimos la felicidad de observar una gran familia de flamencos con su hermoso tono rosado y sus largas patas paseando lentamente por el fango que se forma en las orillas. En nuestro caso, era la primera vez que los veíamos en su hábitat y nos llamó mucho la atención su fina presencia. Cansados, regresamos en el gomón hacia el puerto y el único movimiento que hicimos a partir de ese momento fue obturar la máquina de fotos ante cuanto “bicho” apareció ante nuestra vista. Hicimos propio el mensaje de Darwin:: "No creo haber visto jamás un lugar más alejado del resto del mundo que esta grieta de rocas en medio de la inmensa llanura...".
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