A la gran diversidad de mamíferos y aves marinas se suma la posibilidad de acampar y pescar en una área agreste o simplemente recorrer las playas y bañarse en el mar.
A pesar de la distancia que separa
Puerto Deseado de Bahía Laura, existen una y mil razones para hacerse una escapada y decir: “Yo estuve ahí”. La ruta es desértica, solo acompañada por un grupo de estancias y uno que otro guanaco o ñandú que cruza a la carrera durante el trayecto. Hicimos el viaje desde la ciudad y cuando finalmente accedimos a la zona de la costa, el cambio fue abismal y tuvimos que tomarnos unos minutos para orientarnos, ya que tiene varios puntos de interés. Nos acercamos a la bahía para tomar contacto con las olas del mar y fue ahí donde notamos que la playa tiene sectores de arena y otros de pedruscos con numerosos escalones y que la temperatura del agua es muy baja. En ambos extremos de la bahía emergen grandes rocas y hacia allí fuimos, con cierta dificultad al caminar entre tanta piedra suelta.
Pudimos ubicar la reserva en un mapa viendo que hacia el norte termina en el cabo Guardián y hacia el sur en el faro Campana de Punta Mercedes. Las distintas épocas del año determinan la llegada de múltiples especies de aves, tanto las que conforman colonias, como los cormoranes de cuello negro, como las que llegan únicamente para alimentarse y luego emigran. En el norte, frente al cabo Guardián, ubicamos unos islotes habitados por pingüinos de Magallanes, que llegan para nidificar y permanecen en la zona durante varios meses. A la isla Raza Chica y a las del Baggio suelen llegar en setiembre para preparar sus cuevas/nidos y aparearse. Posteriormente, empollan los huevos y finalmente reciben las crías y les enseñan a nadar. La migración hacia el norte la realizan en el mes de abril.
Hacia el sur, visitamos Punta Mercedes y vimos el faro, que es automático y no está habitado. Los patos vapor y crestones, los chorlitos de rabadillas blancas o las gaviotas cocineras son solo algunos de los más característicos visitantes de la zona. Hasta mediados del siglo XX en la zona del faro existió una pequeña población, ya que en ese punto se realizaba el embarque de la lana que producían las estancias vecinas. Si de alojamiento se trata, lo más cercano es la estancia El Amanecer, que se encuentra cerca de la costa y ofrece sectores para acampar o habitaciones para no pasar la noche bajo las estrellas. Conocedores de la zona acompañan a las pingüineras y en caminatas por la playa y cerros de los alrededores. También observamos rastros de campamentos improvisados a pocos metros del mar y frente a la bahía se halla el casco de la estancia Bahía Laura. Los safaris fotográficos son habituales por estos confines, ya que la inmensidad del mar y la gran cantidad de especies marinas llaman a esa actividad. De regreso, las fotos que acumulaba nuestra cámara digital nos dieron real conciencia de lo vivido.