Nos asomamos a un vestigio de la prehistoria patagónica: la cueva del Milodón. Conocimos los hábitos de este animal herbívoro que vivió hace millones de años.
Antes de llegar a Puerto Natales, ya habíamos escuchado sobre la cueva. Los lugareños nos contaron que en el interior de una caverna se habían encontrado restos de un animal prehistórico, “más grande que un oso polar, con garras inmensas, con un tamaño colosal”, sobre todo cuando se paraba en dos patas. Aquella descripción nos motivó a querer saber más sobre el supuesto monstruo de Puerto Natales. Averiguamos dónde queda la cueva y, sin dudarlo, nos fuimos para el lugar. Del centro de la ciudad, partimos por la ruta 9 con dirección norte. Tras recorrer 20 km, doblamos a la izquierda por un camino de ripio que nos llevó a las entrañas mismas de la cueva. Sorpresa fue la que nos llevamos al llegar al lugar: El sitio fue declarado Monumento Nacional por el Gobierno de Chile en el año 1993. El animal prehistórico recibió el nombre de Milodón – porque así lo quiso su descubridor, el Capitán Eberhard, en el año 1895 – y, al observar una estatua en dimensiones reales de este animal, lejos de ser un engendro de la naturaleza, podemos decir que hasta nos pareció simpático.
Lo cierto es que el lugar donde se encuentra emplazada la cueva parece un centro comercial. Un museo interpretativo explica la evolución de este mamífero, que perteneció al orden de los endentados. Al salir, vendedores ofrecen “milodoncitos” tallados en madera de recuerdo para poner en repisas o utilizarlos como llaveros – sin contar los posters, muñecos de peluche y cuanto merchandising se pueda imaginar. Enfrente, se encuentra un coqueto restaurante que brinda todos los servicios y, como si fuera poco, hay que abonar una entrada para poder ingresar al predio del Milodón. En el área, se destacan tres cavernas de diferentes tamaños y un conglomerado denominado Silla del Diablo. La cueva del Milodón es una formación natural ubicada en la ladera occidental del cerro Benítez. Al aproximarnos, pudimos comprobar sus dimensiones: 30 metros de alto, 80 metros de ancho y 200 metros de fondo. En su interior, nos explicaron que el Milodón poseía hábitos herbívoros y era de andar plantígrado. Su forma de alimentación determinó su engrosamiento dérmico sobre el arco nasal, lo que junto a sus poderosas garras le permitían hozar la tierra en busca de raíces. Según algunos estudios se supo que este animal se desplazaba en cuatro patas o en sus dos patas traseras apoyándose en su gruesa cola. Los restos del Milodón han sido encontrados a diferentes profundidades, lo que hace suponer a los científicos, que la cueva fue habitada por estos animales, hasta ser contemporáneos con los primeros cazadores primitivos. Su extinción probablemente se debió a tres factores: cambios climáticos, la competencia por los alimentos con otros animales , y la acción de algunas enfermedades. Luego de transitar por la cueva, posar junto a la estatua del Milodón para obtener algunas fotos del momento y de observar la cantidad de estalactitas que pendían del “techo” de la cueva, emprendimos el retorno a la ciudad. Más tranquilos, recuerdo que en el interior del auto nos sonreíamos por todas las cosas que fantaseamos o nos imaginamos. ¿Qué esperábamos? ¿Encontrar a algún ejemplar vivo, o realizar un hallazgo que vislumbrara una nueva teoría del lugar?