Una experiencia inolvidable que nos trasladó por rutas ancestrales, repletas de historia, paisajes y calma. Realizamos el cruce de los lagos patagónicos que une Chile con la Argentina.
Nos invitaron a realizar el cruce de los lagos, la mítica ruta de lagos andinos que une Chile con la Argentina, por la que hace más de cuatrocientos años circularon los huilliches – nativos de la zona sur de Chile – y, posteriormente, los jesuitas de Chiloé. Estos últimos dejaron una huella que habla de leyendas del lugar y de un pasado que ha logrado renacer a través de este viaje. Esta aventura prometía llevarnos a través de saltos, volcanes, selva valdiviana y bosque andino-patagónico, por sitios casi inexplorados por el hombre, donde la naturaleza virgen aún se anima a dejarse contemplar en todo su esplendor. Además, teníamos que regresar a nuestra patria, Argentina, y creímos que sería la forma indicada de darle fin a nuestro largo viaje. El cruce de lagos comenzó en la ciudad de
Puerto Varas, ubicada en la ribera del lago Llanquihue. Considerada uno de los lugares más bellos de Chile, su arquitectura de ascendencia alemana, su gastronomía típica, la gran oferta hotelera y las actividades culturales que en ella se desarrollan convierten a este terruño en la capital turística del Sur de Chile.
Bien temprano aguardamos el bus que nos llevaría hasta Petrohué, una hermosa y angosta playa de arenas finas ubicada a orillas del lago Todos los Santos, donde subiríamos al primer catamarán. Ya en el camino, antes de llegar a la terminal, frenamos para contemplar los Saltos del Petrohué. Este sitio ofrece formaciones geológicas de origen volcánico que crean espectaculares saltos de agua. Ubicado en el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, Petrohué está rodeado de paisajes con senderos que invitan a ser recorridos para descubrir bosques milenarios siempre verdes, cascadas rodeadas de helechos y cumbres con maravillosas vistas al volcán Osorno y a la cordillera de los Andes.
Frente a la silueta del Osorno Llegamos a la terminal de Petrohué y rápidamente nos dispusimos a abordar el catamarán “Lagos Andinos” que nos llevaría a navegar por las aguas del lago Todos los Santos. El moderno catamarán, con capacidad para 308 pasajeros, cuenta con calefacción central, bar-cafetería, circuito cerrado de TV y una pequeña tienda para adquirir algún souvenir.
Para nuestra suerte, el día mejoraba a cada instante. El cielo totalmente despejado y un sol radiante le auguraban a Mario – el fotógrafo – unas excelentes tomas fotográficas de esta expedición. Por mi parte, opté por observar los encantos naturales que estábamos atravesando. La imponente silueta del volcán Osorno se robaba la escena. Luego de una hora y cuarenta y cinco minutos de navegación, llegamos a Peulla. Esta villa ecológica ubicada en el corazón del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales parece un lugar mágico. Su entorno de bosques milenarios y vegetación exuberante logra maravillar a los visitantes por las espectaculares vistas que ofrece. Cascadas, riachuelos, lagunas, aves y un sinnúmero de actividades
outdoors hacen de Peulla un destino turístico diariamente visitado. Cuenta con excelentes comodidades para pasar unos días.
En este punto almorzamos. Caminamos por los alrededores y, antes de lo pensado, estábamos en otro bus que nos llevó a realizar los trámites de salida en la Aduana chilena.
Cerro Tronador: el rey del paisaje Continuamos el viaje hasta los 976 m.s.n.m., hacia el lado argentino. En el trayecto frenamos para observar el grandioso cerro Tronador con sus nueve glaciares en la cumbre. Poco a poco abandonamos la selva valdiviana y penetramos en el bosque andino- patagónico. A pocos kilómetros, el hermoso lago Frías nos dio la bienvenida con sus aguas verdes. En Puerto Frías realizamos los trámites para ingresar a Argentina. La bandera celeste y blanca ondeaba sobre el mástil de Gendarmería Nacional dándonos la bienvenida.
Abordamos el catamarán “Dalca” y comenzamos a navegar por el lago Frías, con sus apacibles y puras aguas de profundo color verde, rumbo a Puerto Alegre. Una vez más tuvimos una impresionante vista del cerro Tronador, testigo mudo de nuestro paso. Luego de unos 20 minutos llegamos al puerto, donde nos aguardaba otro bus para llevarnos a Puerto Blest. Bordeamos el río Frías tres kilómetros y nos internamos en un bosque de coigües y alerces milenarios hasta llegar al nuevo puerto. En el lugar se encuentra una cálida hostería, ubicada a orillas del majestuoso lago Nahuel Huapi.
Última navegación El atardecer nos indicó que este maravilloso viaje estaba llegando a su fin. Nos embarcamos en el catamarán “El Cóndor” que rápidamente puso su proa con rumbo a Puerto Pañuelo. El destino final sería la ciudad de
San Carlos de Bariloche. A bordo de “El Cóndor” navegamos las aguas del lago Nahuel Huapi, inmersas en el parque nacional del mismo nombre. Durante unos 20 kilómetros observamos la grandeza del paisaje.
Luego de una intensa jornada, llegamos a Puerto Pañuelo. Desde este sitio parten las excursiones a Isla Victoria, reserva de un bosques de arrayanes único en el mundo. Los guías nos anunciaron que debíamos tomar el último bus que nos trasladaría hasta el centro de la ciudad. Ya hacia el final del viaje, observamos la hermosa arquitectura de estilo suizo que caracteriza las construcciones de Bariloche. Esta ciudad, dotada de un entorno natural sin igual, ofrece en cualquier época del año diversos atractivos turísticos que satisfacen a miles de turistas que pasan por la zona, convirtiéndola en la capital de los lagos del Sur de Argentina. Su centro cívico se caracteriza por sus chocolaterías, hoteles de primera categoría, museos y diferentes restaurantes que ofrecen exquisiteces gastronómicas. Nos despedimos del resto de los pasajeros que nos acompañaron en esta inolvidable travesía. Habíamos navegado por los Andes, recorrimos las míticas rutas Huilliches, visitamos sitios remotos, solitarios y únicos, donde dos países se hermanan sin fronteras, dejándose unir por las aguas puras y cristalinas que conforman los lagos del sur.