Se llega a la Islita luego de una caminata por senderos arenosos y trepadas enérgicas mientras se atraviesa el bosque y el territorio en el que habita una comunidad mapuche.
Cuando el buen tiempo acompaña, desde el centro de San Martín de los Andes se tiene acceso a un paseo entretenido: un trekking por el cerro Bandurrias hacia la Islita en el área de Trompul. En ese lugar, se puede pasar el día entero y también acampar. Desde la costa del lago se cruza el puente de la calle Juez del Valle sobre el arroyo Pocahullo. A pocos metros de allí encontramos varias sendas que confluyen en el mismo punto. Trepamos entre una arboleda baja que ofrecía sombra y, con nuestra mochila al hombro, el esfuerzo se sentía pero avanzamos convencidos de que valía la pena. Luego de una parada bajo los árboles, reiniciamos el camino hasta la barrera en la que los integrantes de la comunidad Curruhuinca nos cobraron acceso. Desde allí se sigue hacia la Islita o hacia el mirador Bandurrias, un balcón panorámico increíble con dos puntos de mira distintos: uno hacia la ciudad y la costa del Lácar con su muelle, embarcaciones y playa; el otro hacia la inmensidad del cordón montañoso y del lago que parece no tener fin.
Seguimos hacia la Islita entre subidas y bajadas y en seguida nos internamos en un bosque de especies enormes; la caminata se hizo más agradable aun. Cipreses y robles pellín de gran altura comparten el espacio con matas bajas que en verano ofrecen sus coloridos tonos amarillo y naranja. Las construcciones del paraje eran disimiles, ya que junto a ranchos antiguos con cerca de palo a pique, los pobladores han comenzado a levantar viviendas de material. En todos los casos, sus terrenos son amplios y con animales domésticos de acuerdo con su forma de vida. Además, ofrecen comida, gaseosas y tortas fritas y espacios para realizar camping agreste. Para llegar a la costa, descendimos entre hondonadas profundas y húmedas repletas de helechos. Finalmente, el brillo del agua entre los árboles nos mostró el camino hacia la costa que enfrenta el islote. Ubicamos nuestras mochilas y provisiones para extender las mantas sobre la arena y tomar sol. El fuerte calor del verano hizo que diéramos algunos chapuzones a pesar de lo frío de las aguas. Su transparencia sobre un fondo pedrogoso y los kayak estacionados ofrecieron color a las dos playas con cara al oeste y hacia el este. Solo diez metros separan la isla de la ribera y es común pasar a ella nadando. Es de dimensiones pequeñas, con algunas piedras enormes; se enfrenta con el imponente cerro Abanico y el cordón Chapelco, ubicados en la orilla contraria del lago, donde también veíamos las playas Catritre y Quila Quina. Hacer trekking hasta la Islita es una aventura divertida para todas las edades y considerada un clásico entre los adolescentes. Sea para pasar el día o quedarse a dormir en una carpa, el sonido continuo del agua pegando sobre la costa y el viento entre las hojas de los árboles son compañeros de estadía.
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